8. Feliz cumpleaños a mi

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Hunter.

 

Lo primero que sentí ese día fue algo abalanzarse sobre mí. Me incorporé rápidamente y abrí los ojos al instante. Colgada a mi cuello, estaba Zoey. Sus ojos mieles fueron lo primero que vi.

—¡Feliz cumpleaños, gran tonto! –exclamó, justo en mi oído. Aturdido, moví la cabeza hacia la derecha. Sin embargo, sonreí y la abracé.

—Muchas gracias, Zo –le respondí. Ella se echó a reír y se levantó de mi cama para salir corriendo con su pelo rubio agitándose- ¡Mamá, papá, Hunter ya despertó!

Sacudí la cabeza, riendo y me estiré. Me quité las sábanas de encima, me levanté y tomé el jogging gris sobre la mesa de mi escritorio y me vestí. No pueden culparme. Yo con mucha suerte dormía con boxers puestos, y no creo que sea conveniente abrazar a mi madre y a Geoffrey nada más que con ropa interior.

Bostecé por enésima vez en ese día y justo en ese momento, mamá y Noche Salvaje entraron a mi habitación.

—Feliz cumpleaños a mi bebé lindo –mi madre extendió los abrazos y me sumió en un abrazo, lo cual era gracioso dado que yo era más alto que ella. Reí y besé su cabeza.

—Gracias –contesté, y me separé tratando de disimular. A continuación estaba Geoffrey, sonriente.

—Ya son diecisiete, muchacho. Es increíble cómo creces –me alborotó el cabello- Sabes de sobra que eres un hijo para mí.

Sonreí.

—Muchas gracias, Noch… digo, Geoffrey –corregí rápidamente. Enarcó una ceja y me rasqué la nuca, nervioso. Afortunadamente, lo dejó pasar.

Mamá junto las manos en un aplauso y sonriente, me dio la mejor noticia que alguien podría darle a una persona en la mañana:

—¿Por qué no vamos todos a desayunar a la cocina? Hunter, te preparé panqueques con fresas, crema y chocolate, solo para ti.

A la mierda la diabetes.

Asentí frenéticamente y ella se echó a reír. Marchamos todos hacia la cocina donde me esperaba un desayuno digno de un rey. Zoey ya se encontraba ahí, comiendo uno de mis panqueques, y aun en su piyama color verde agua con una mariposa en el centro del pecho.

Me senté en mi lugar de siempre, tomé los cubiertos y me relamí los labios en cuanto mamá colocó el plato frente a mí.

Geoffrey se sentó en su lugar y mi mamá nos observa apoyada sobre la mesada, se ajustó el albornoz y sonrió.

—Hoy es la fiesta con tus amigos, ¿no? –preguntó.

Levanté la cabeza y por el reflejo del microondas pude comprobar que tenía el rostro lleno de crema y chocolate. Iba limpiarlo con el antebrazo pero mi madre frunció el ceño; tomé la servilleta y ella sonrió. Luego de limpiarme la cara y tomar un sorbo de jugo de naranja hablé:

—Sí, así es.

—Muy bien –asiente- Quería que sepas que el sábado en la noche iremos con toda la familia a cenar a un restaurante en el centro, ya sabes, por tu cumpleaños. Solo te avisaba –sonríe-, y oh, dile a Grace que venga. Será un placer tenerla ahí, además, toda la familia cree que es encantadora.

—¿Este sábado? –inquiero.

—No, dentro de cinco meses –se burla, luego bufa- ¿Por qué? ¿Hay algún problema?

—N-no, nada… es que yo, eh…

—No me digas que harán algo en plan Proyecto X y dormirás todo el santo día, Hunter –alza una ceja y se cruza de brazos.

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