7. Carta

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Grace.

 

Era jueves por la tarde y con todo el Equipo estábamos hasta las narices de tareas. Incluso habían venido los dos amigos genio de Tara para darnos una mano. La Cueva (como llamábamos al salón del periódico) era un caos absolutamente todos los jueves. Por suerte, también contábamos con la ayuda de varios de nuestros más fieles columnistas.

—¡Te salteaste una coma ahí! –exclamó Samuel señalando a la pantalla del ordenador. Tara se ajustó las gafas y acercó la vista, luego tecleó varias veces y sonrió satisfecha.

—Creo que ya está –suspiró y apoyó las palmas sobre su regazo. Ladeo la cabeza hacia Samuel- ¿Qué piensas?

Asintió.

—Opino que esta es una de las mejores ediciones que alguna vez hemos hecho –se enderezó, puesto que él estaba agachado al lado de Tara para tener una mejor vista del monitor; y se giró a verme- ¿Tú que piensas, jefa? Oiremos tu veredicto.

Sonreí y me acerqué hasta la pantalla. Samuel codeó levemente a la chica de rasgos asiáticos y ella se levantó del asiento azul oscuro para dejarme el puesto a mí. Me senté y mi mano desfiló hacia el mouse, lo tomé y pasé a la primera página. Leí con atención todos los artículos, pasando página por página hasta que hubo pasados varios minutos, y por fin terminé. Mis comisuras se elevaron automáticamente y me giré hacia Samuel, Tara, y a Jaden, Chrissy y Venecia, que se habían parado al lado de los otros dos. Prácticamente salté del asiento y extendí mis brazos en un intento de abrazarlos a todos.

—¡Me encanta! Son los mejores –dije, feliz.

—También es gracias a ti –me recordó Chrissy con una sonrisa- El periódico es la recopilación de varios granitos de arena puestos por varios estudiantes. Incluyéndonos. El crédito es de todos.

—Una obra colectiva –susurró Venecia.

—Muy bien, todo genial Grace, pero… ¿podrías soltarnos? –Bufó Jaden- No tolero el afecto mutuo.

Los solté a todos, quiénes rieron y le saqué la lengua al azabache.

—A veces olvido que eres la parca.

Sonríe con suficiencia.

—Solo los amigos me llaman así de cariño –bromea.

Todos reímos. Después, Tara vuelve a su puesto a imprimir dos copias: una para la señorita Gardner, la secretaria del director Abernathy y otra por si acaso. La señorita Gardner era la encargada de imprimir todas las copias, ya que en la Cueva no teníamos las máquinas necesarias para realizar aquella tarea. El protocolo era así: le llevábamos ambas copias a Gardner y al día siguiente, justo a la hora del almuerzo, el periódico se publicaba. Me enorgullecía decir que la gran mayoría del alumnado de Hoover era un lector diario del periódico. Obviamente, exceptuando a aquellos sin neuronas que como filosofía de vida tienen “no leer” y no se detienen ni siquiera a leer un letrero de tránsito. Pero uf, ¿qué podía hacer yo contra eso? Era su problema, no mío.

También debía agradecerle a Hunter, sino fuese por él, la otra mitad de los deportistas seguirían creyendo que el periódico era un soso y monótono artículo informativo. Desde que el Equipo y yo nos establecimos, todo había mejorado notablemente. Y Hunter, al ser tan popular en el Instituto, había sido el vocero perfecto para recomendárselo a todos. Ciertamente, nadie se atrevía a perderse las novedades semanales del colegio e incluso, del mundo (debido a nuestra sección de noticias). Todo recopilado en nuestro muy querido diario, el cual generalmente tenía entre diez y veinte páginas.

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