La reunión de cuatro reyes

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Lugar desconocido

Habiendo cambiado de escondite, Ryuunosuke se encontraba sentado en una silla, reflexionando sobre que debía hacer con los niños enjaulados que tenía frente a él. Tenía tantas ideas geniales sobre lo que podría hacer con ellos.

Las maneras tan únicas y variadas en que podría torturaros hasta llevarlos a la muerte misma. Y en cambio tenía que limitarse a matarlos de una forma rápida y sencilla, dada las instrucciones de su Sirviente. Eso era realmente aburrido y sin nada glamoroso, siendo ese el origen de su meditación. Apelar a su buen sentido y hacer con esos niños lo que su corazón le dictaba u obedecer las órdenes de quien le había mostrado las formas más maravillosas para poder asesinar.

Tan centrado estaba en sus meditaciones que apenas y se había dado cuenta cuando partículas purpuras comenzaron a arremolinarse justo a su lado. Levantándose de su silla, estaba listo para recibir a su Sirviente. Solo para que su mirada se abriera en completa incredulidad al presenciar su estado.

Sus ropas estaban rasgadas y sucias, su cuerpo entero estaba lleno de golpes y heridas, su brazo izquierdo arrancado y la sangre no dejaba de brotar de la herida provocada. Apresurándose, apenas y pudo tomarlo entre sus brazos evitando que se desplomara en el suelo.

- ¡Señor Barbazul! ¿Qué le ocurrió? – pregunto preocupado a la vez que lo ayudaba a sentarse en la silla.

- Vi al mismo diablo a los ojos... me cegué – murmuro débilmente, reuniendo toda la rabia y furia viva que solo se habían intensificado en su ser.

Esto simplemente era impensable para Caster, pues su magnífico plan, para liberar a su amada Juana, fue todo un rotundo fracaso. Y todo por subestimar el poder de ese pagano, ya que jamás espero que fuera así de poderoso. Su propia victoria le nublo la vista y pensó que sería alguien fácil de erradicar.

Y ahora, en un estado más allá del lamento. Podía ver claramente el error de sus acciones. Y ahora comprendía que aun siendo elegido campeón de esta guerra, había quienes se interpondrían en su camino y necesitaba aplastarlos con todas sus fuerzas, con cada gramo de magia oscura que conociera.

Esta era una prueba más, la prueba más difícil de su vida y seguramente la última para por fin, después de tanto esperar, finalmente su gran y más anhelado sueño estaría completo. Por fin tendría a su amada Juana entre sus brazos, probando que ni Dios es digno de enfrentar su voluntad y su amor para con su amada.

Pero para que aquello fuera real. Necesitaba eliminar al pelinegro, ya que él era la mayor amenaza, quien se interponía entre la felicidad de su amada y la suya. Tenía que asesinarlo y necesitaba hacerlo rápido. Pues ahora más que nunca, estaba convencido de que la persona que se interponía en su felicidad no era Dios, sino ese pagano.

- Joven Ryuunosuke... asesina a todos esos niños, a todos. Nuestro próximo ataque será el definitivo – afirmo con malicia en sus palabras.

- Sobre eso, no creo que sea la mejor manera de hacerlo. Vera, estaba pensando en que sería mucho mejor si...

- ¡¡¡AHORA!!! – grito rabioso, su mirada solo reflejando la locura y malicia.

Siendo tomado por sorpresa, el peli-naranja se sobresaltó por la reacción de Caster, tanto que incluso sintió un escalofrío recorriéndole la columna. Pero sin decir nada más, asintió y comenzó a caminar hacia las jaulas con una mueca por el desperdicio que iba hacer tanta materia prima.

Mientras que los niños se alejaban tanto como podían dentro de las jaulas, temerosos por lo que habían escuchado, solo pudiendo comenzar a sollozar del miedo mientras que otros imploraban de forma silenciosa por algún héroe que los salvara.

Fate Z La Leyenda Jamás ContadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora