Ambos sabemos que el lunes volverás a ignorarme como siempre. No te engañes Tom, sabes que en el fondo no te gustaría que te vieran con alguien como yo.
Sin dar aviso alguno a sus compañeros, el pelinegro se puse de pie, tomó su bandeja y en silencio se acercó hasta la mesa en la que ella se encontraba. Sade le miró extraña, incluso sorprendida, y no era la única. La actitud tan repentina del alemán descuadró a más de uno; tanto así que durante la comida no dejaron de ver al par.
—¿Haces esto por lo que te dije en la fiesta? —le recordó la menor, a lo que su compañero se limitó a negar con la cabeza—. ¿Va en serio lo de ser amigos?
—¿Por qué no iba a ser así?
Dentro de su cabeza Sade sabía perfectamente la respuesta. Lo había visto en millones de situaciones, mejor dicho, en muchas películas trilladas: la típica historia de la chica poco agraciada que está enamorada del chico popular que solo se tienen una amistad por una apuesta con sus las amistades de él, o por demostrar que era capaz de conseguir lo que quisiera. En ese tipo de tramas románticas, al final los protagonistas terminan enamorados. Pero esta era la vida real, así que los finales nunca se escribían de la misma manera.
—¿Eh?
Estuvo a punto de ilustrarlo con su increíble teoría; sin embargo, sonaba demasiado estúpido, incluso saliendo de su boca.
—Te veo después, Tom.
Finalmente huyó del lugar sin poder darle una explicación coherente.
Aún cuando sus ojos no se despegaban del libro que tenía entre sus manos, su mente divagaba entre los recuerdos. Su tranquilidad duró tan poco cuando pudo distinguir la voz de Tom Kaulitz, quién no tardó a sentarse en frente de ella. De cierto modo estaba aburrida de tener siempre que correr de él, esconderse o buscar la manera de evitarlo a toda costa.
—¿Te puedo ayudar con algo Kaulitz? —preguntó con poco ánimo de atenderlo.
—De hecho, sí —antes de continuar, la encargada de la biblioteca les lanzó una primera advertencia para que permanecieran en silencio.
—¿Y bien?
—¿Te gustaría venir a una fiesta conmigo?
¿Fiesta? ¿Tom? ¿Qué clase de experimento social era ese? Aunque buscara alguna absurda razón para decir que sí, su mente le pedía a gritos que se negara a su invitación. Por donde quiera verlo era una irrazonable idea. Sin tomar en cuenta el exponerse así misma a una futura humillación pública. Conocía perfectamente a las amistades de Tom, a todos sus compañeros de hecho, y sabía de lo que eran capaces; así que era un rotundo NO. Además, no se sentiría muy cómoda en ese ambiente. Nunca había ido a una fiesta, aun cuando muchas veces sus amigos quisieron arrastrarla a una. No le gustaba beber, tampoco fumar y era muy mala para bailar.
—¿Qué sucede?
—No —contestó, bajando el tono de su voz.
—¿Qué? —apenas y la había escuchado.
—Que no —repitió.
—No te oigo. Hablas muy bajito.
—¡Que no! —pronunció aquellas palabras tan fuerte que la bibliotecaria volvió a callarlos, observándolos con firmeza.
—¿Por qué? —insistió el mayor.
—Tom ese no es mi ambiente, no voy a sentirme bien, menos con todos tus amigos ahí.
—Entonces vamos a otro lugar, si quieres escoges tú. ¿Qué dices ahora?
—Bien, si ofreces un buen lugar iré contigo a donde quieras.
Tomó sus libros y abandonó la sala. Mientras cruzaba la salida repasó sus propias palabras, golpeando su frente al darse cuenta de lo comprometedor que sonaron esas últimas. Sea como sea, le vendió su alma al mismo diablo, y no había forma alguna de cambiarlo.
De regreso a casa continuó con su rutina, hasta que un mensaje de Tom le recordó que debía estar lista para las 8pm. No dio muchos detalles acerca del lugar al que irían, solo esperaba que no fuese peor que la fiesta a la que quiso llevarla. La idea de salir con Tom Kaulitz no la emocionaba en lo absoluto, pero si con ello conseguía que dejara de insistir con la ilógica idea de ser amigos, estaría dispuesta a sacrificar algunas horas de su noche.
Vistió como cualquier otra noche, sin maquillaje y sin nada de lujos. Unos minutos mas tarde el alemán se anunció con un mensaje. Quería evitar cualquier situación incómoda con sus padres. Era consiente de lo formales que eran, y que harían demasiadas preguntas innecesarias, así que salió muy rápido de casa para alcanzarlo en la entrada... y ahí estaba él. Vestía bastante casual unos jeans y tenis que hacían juego con su chompa azul. Llevaba su melena sujetada en una coleta y las manos escondida en los bolsillos de su pantalón. Apoyaba la espalda en la puerta del auto, adoptando una postura relajada mientras la observaba salir por la puerta principal. Tras saludarla con un beso en la mejilla, rodeó el auto para abrirle la puerta. Su actitud era un tanto extraña, tanta caballerosidad solo la ponía nerviosa.
—¿Lista?
Sade se limitó asentir con la cabeza y pasó a colocarse el cinturón de seguridad a la vez que el pelinegro se acomodaba en su asiento.
El resto del viaje en auto ambos estuvieron en silencio. Sin darse cuenta la joven arrastraba las uñas sobre sus rodillas. No podía decidir qué era lo más incómodo: la salida con Tom Kaulitz o el enorme silencio dentro del auto. Buscaba distraer su mente observando las calles a través de la ventana, pero ni siquiera eso conseguía desviar su mente del todo. Nunca se había maginado estar en una situación similar, mucho menos con el chico más popular de la facultad.
—¿Puedo saber a dónde vamos? —su pegunta hizo que él sonriera, y es que estaba seguro de que ella estaba imaginando lo peor.
—Relájate un poco o vas a romper tu propio pantalón —comentó con gracia, señalando con la mirada lo que ella hacía con las manos—. Prometí que no sería una noche alocada. Es mejor así, podrás conocerme un poco más y ver que no soy un imbécil después de todo.
El comportamiento de Tom le hacía cuestionarse constantemente por qué le interesaba tanto que cambiara el concepto que tenía sobre él, ¿por qué tomarse tantas molestias? No lo conocía, era cierto, pero había escuchado ciento de historias sobre cómo desechaba a las chicas, que no le interesaba salir con ninguna de ellas. Pero de repente se tomaba demasiadas molestias con ella, y era eso lo que la ponía en alerta.
—Llegamos.
En cuanto vio el lugar al que la había traído, se sintió un poco más libre. No era lo que esperaba, pero parecía estar bien para ella.
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Diario de un Seductor Apasionado
FanfictionTom Kaulitz es un joven universitario, cuya vida gira en torno de sí mismo. Le gusta tener la atención de las mujeres; que ellas estén dispuestas a hacer cualquier capricho que el desee. Además, no le interesa absolutamente nada más que divertirse u...