Increíblemente me sentía más relajado que de costumbre, quizá se debía a que de momento no estaban mis amigos, por lo que había menos presión. No era bueno para las citas; de hecho, nunca hubo la necesidad de ir alguna, ya que las chicas con las que acostumbraba salir sabían perfectamente cómo eran las cosas conmigo: no citas, no relaciones, no hablar después del sexo y tampoco mensajes de texto. Por otra parte, Sade era una historia completamente diferente. Con ella debía no dar el 10%, sino el 100 para que confiara un poco más en mí. Y aunque me estaba esforzando muchísimo, su actitud no me ayudaba demasiado. No sé si eran nervios, u otra cosa, pero no conseguía que me sostuviera si quiera la mirada. Desde que ocupamos la mesa no le quitaba los ojos de encima a la carta, incluso después de que ya había dicho a la camarera su pedido. No me importaba permanecer en silencio el resto de la velada, después de todo así eran las comidas con mis padres, pero tampoco buscaba aburrirla y la idea era avanzar, no asustarla.
—¿Y hace cuanto que tocas el piano?
Hablar sobre música me pareció lo más acertado, parecía ser un tema de su interés e igualmente el mío. Además, tener algo en común con ella me sumaría muchos puntos con la monita.
—Desde los sietes años —creo que había dado en el blanco, pues por primera vez me vio directo a los ojos y dejó la carta a un lado—Me interesé mucho por el piano en particular tras escucharlo por primera vez en un concierto de orquesta, entonces mi padre accedió a pagarme clases particulares. ¿Y tú?
—Igual. No con el piano —expliqué—, pero sí con la guitarra. Mi padre me regaló una cuando era niño, así que aprendí rápido. Aunque también toco el piano y el tambor, siempre voy a inclinarme más hacia la guitarra.
—Creo que te he visto tocando la guitarra.
Su último comentario me recordó lo que ella había dicho. En tres años de carrera nunca le había prestado atención a las personas a mi alrededor, a diferencia de ellos, quienes parecían hasta ser capaces de armar una hoja de vida sobre mí. No estaba seguro si este nuevo descubrimiento me importaba o solo enardecía mi ego. Sea como sea, irónicamente ahora estaba frente a una chica, fingiendo interés por conocerla más. Eso les gusta a las mujeres, ¿o no?... atención.
Antes de que pudiese dar una respuesta, la camarera nos interrumpió trayendo consigo nuestro pedido nada saludable. Para mi suerte, no había quejas por parte de Sade con respecto a que la trajese a una romántica velada en un establecimiento de comida rápida. Lo había dicho antes, no sabía absolutamente nada de citas.
Poco a poco comenzó a soltarse más conmigo. Hablaba con mayor naturalidad sobre sus planes e interés, e incluso se rio con algunas anécdotas mías que compartí sobre mi infancia. Así la cena se hizo más amena. No lo voy a negar, me sentí tan bien con ella. Nunca le había hablado a nadie sobre estas cosas, ni siquiera a mis amigos. Nunca preguntaron, y tampoco nunca me interesó compartir con ellos un poco más sobre mí. De alguna forma Sade me hizo sentir más relajado sobre el tema.
Al terminar nuestras hamburguesas solicité la cuenta, y tras hacer el pago correspondiente ambos abandonamos el local. Aun era muy temprano como para volver a casa, así que decidí proponer le que dejáramos el auto en el estacionamiento y fuéramos a caminar por los alrededores.
—¿Seguro? ¿No piensas ir a la fiesta con tus amigos? —negué con la cabeza ante su pregunta, y aunque lo disimuló bastante bien, pude ver una sonrisa en su rostro.
—Y dime, ¿esto es lo que esperabas?
—¿Te refieres a la cita? —hizo una pausa antes de contestar —. Siendo honesta, no. Esperaba que en realidad todo esto terminara decepcionando me.
Estuve a punto de preguntar a qué se refería con ello, cuando entonces ella contestó a mi duda aun sin ser planteada.
—Las personas dicen muchas cosas sobre ti. Bueno, las chicas especialmente —no tenía que decir más, sabía a la perfección lo que todas creían acerca de mí y como rumoreaban entre ellas para manchar aún más mi reputación—. Así que esperaba a que pretendieras embriagarme y luego llevarme a la cama.
Por más que intenté contener la risa, me fue imposible. Entonces la vi detenerse de golpe, debía de haber pensado que lo hice para burlarme de ella.
—Oye, sé que no soy ningún chico ejemplar, pero tampoco soy un abusador de mujeres —le expliqué—. Nunca en mi vida he dopado o embriagado a alguien para que esté conmigo —antes mi respuesta la vi poner los ojos en blanco ya que seguro habría encontrado mi comentario muy egocéntrico, pero era cierto. Eran las chicas las que buscaban seducirme a mí, no yo a ellas.
Al ver que mi risa casi arruina nuestra salida, la tomé de la mano y la obligué a seguirme el paso. Estaba esperando que ella me golpease o dijese que era momento de ir a casa, pero no se soltó y continuamos caminando.
—¿Puedo preguntarte otra vez por qué este interés en que seamos amigos?
... y aquí vamos otra vez. Creí que la noche estaba yendo bien y que al menos había conseguido que confiase un poco más.
—¿Por qué no? ¿Nunca te ha pasado que te encaprichas con algo y hasta que no lo consigues no te sientes bien? —la expresión de su rostro no reflejaba nada positivo. Apostaría que en este momento estaría pensando en volver a casa—. Lo que dijiste esa tarde me dejó pensando y me pregunté: ¿Quién soy? ¿Quiero ser vacío siempre? Y al darme cuenta de que la respuesta era una negativa, quise empezar contigo. Tú eres la única chica que no me mira, quien me considera lo peor del mundo.
—Tampoco te des tanto crédito —dijo ella, interrumpiéndome.
—Lo sé. Pero me obsesioné tanto con lo que me dijiste que eso me llevó a pensar en que quizá ser amigos cambiara un poco la perspectiva que tengo sobre mí mismo. Y mírame, hoy te has enterado de cosas que ni siquiera mis amigos saben en todos los años que nos conocemos. Es refrescante, una sensación positiva. No pretendo que me cambies, solo que te sientas bien así. Y si después de esta salida no quieres volver a verme, prometo no insistir más con ser amigos.
Esperaba una respuesta de su parte, pero en lugar de eso volvió a tomar mi mano y me guió hacia la parte trasera de la Catedral de Berlín. La vista era simplemente espectacular. Las luces alumbraban la hermosa arquitectura y daban cierto toque romántico a la noche. Pasamos a sentarnos y entonces ella comenzó hablar.
—No negaré que en un primer momento me asustó todo esto. Como te dije, tenía un concepto ya armado sobre ti, uno que detestaba por completo. Sin embargo, esta noche he tenido la oportunidad de conocer la otra cara de la moneda, y... me agrada. Eres una persona encantadora cuando no estás alardeando sobre tus mujeres y experiencias sexuales, cuando no minimizas a los demás ni los haces sentir inferiores. Creo que eres una gran persona que solo mantiene una reputación; no muy buena para mi gusto, pero que aun así puedo ignorar.
—¿Entonces? Déjame entender. ¿Estás diciendo que podemos ser amigos?
—Sí, Tom. Podemos ser amigos.
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Diario de un Seductor Apasionado
FanficTom Kaulitz es un joven universitario, cuya vida gira en torno de sí mismo. Le gusta tener la atención de las mujeres; que ellas estén dispuestas a hacer cualquier capricho que el desee. Además, no le interesa absolutamente nada más que divertirse u...