La musa

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En el pequeño pueblo de Seaworth, una vez al año, cuando la luna está en su máximo apogeo y el viento azota llevándose todas las hojas de los árboles. Una figura sale del océano, cubierta de los restos de los navíos encallados, de los peces muertos y de las algas marchitas. Camina dejando atrás su cola, buscando con sus ojos muertos algo con lo que alimentarse. Lamiéndose los labios en busca de sangre fresca.


Jacob paseaba con su perra Lucie al lado del mar, donde las olas llegaban a la playa de piedras humedeciendolas. Donde el sol golpeaba con fuerza, miró a su fiel amiga y le lanzó su pelota favorita. El animal salió corriendo detrás del objeto y el joven se quedó mirando el mar mientras esperaba su regreso.

Se había trasladado al pueblo de Seaworth hacía un mes, buscando algo de tranquilidad para seguir escribiendo su novela. La cual debía de entregar en tres meses y solo iba por la mitad. El pequeño oleaje era hipnotizante, mientras, él pensaba en esos colores con los que estaban pintadas esas aguas y en que le gustaría narrarlos en su propia historia.

Lucie llegó a sus pies y le acarició la cabeza, para luego volver a lanzar la pelota y ver como salía corriendo detrás de ella muy feliz. Suspiró y se sentó en la orilla de piedras, sacó su pequeño cuaderno y comenzó a apuntar las sensaciones que le transmitía aquella playa, preguntándose dónde podría meter una escena así en su escrito.

Después de una hora volvió hacía su casa que estaba cerca del océano. Podía ver las olas desde su estudio y a veces procrastinaba mirando el paisaje. Dejó la correa sobre la mesa de la entrada y fue hasta la cocina a prepararse algo para almorzar. Al abrir la nevera vió que no le quedaba mucho alimento para pasar la semana, incluso el día.

Después de comer, cogió la cartera y salió por la puerta dirección hacia el centro del pueblo, donde se encontraba el colmado. Mientras se iba adentrando por las calles encontraba más comercios cerrados, tapiados con madera hasta los cimientos. Se rascó su incipiente barba pensando en aquel comportamiento tan extraño.

Al llegar a la tienda había una cola de personas esperando entrar , tuvo que esperar media hora para poder comprar algo. Cuando estuvo delante de la dependienta, una señora mayor que tenía que subirse a un taburete para llegar a la caja registradora, no pudo reprimir el impulso de preguntarle que pasaba en el pueblo.

—Disculpe, señora ¿Por qué el pueblo está tan extraño?

—Oh, joven forastero. Coja todo lo que pueda y váyase a su casa y no salga en todo el día — la mujer lo miró preocupada.

—¿Qué ocurre? —dijo Jacob sin entender nada.— ¿Viene un tornado?

—Algo peor, la muerte. No salga de casa.

La señora le tendió la compra en una bolsa y él le pagó. Cuando salió todo el mundo lo miraba histérico y con prisas, como si tuvieran que llegar a sus casas lo más rápido posible debido a que el peligro los acechaba en cada esquina.

Diosas & HeroínasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora