Nefret

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Una piedra era desprendida del camino mientras Nefret corría en contra de sus captores. No sabía hacía que lugar escapar, pero estaba segura de que tenía que salir de aquel lugar lo antes posible.

Esquivó uno de los arboles que deformaba el camino con sus nudosas raíces, pensando cual sería la mejor forma de salir de aquella situación.

Hacía días que se la habían llevado, que la habían arrancado de su hogar mientras lloraba sin consuelo y se dedicaba a escupir cualquier tipo de comida que esos hombres llegaran a darle.

Prefiera morir de inanición que dejarse vender como un trozo de carne al mejor postor. Porque mientras había estado atada a un poste en aquella sucia tienda de campaña, había escuchado lo que le deparaba su futuro. Y no era nada alentador.

Pero en aquel momento lo único que se le cruzaba por la cabeza era la idea de volver a su casa. Al pueblo donde había crecido toda su vida y volver a reunirse con su familia. Le partía el corazón pensar que su madre estaría destrozada desde el momento que se había enterado de que se habían llevado a su única hija.

Y todo por eso, por ser una mujer.

Esos sucios hombres se habían asegurado que Nefret estuviera sola el día que decidieron raptarla, que sus hermanos no estuvieran en casa al igual que su madre. Ella se había quedado limpiando el jardín delantero, con una vieja escoba como única defensa.

La habían golpeado por detrás en el momento en que se había dado la vuelta y le habían tapado la boca para que no pudiera emitir ninguna señal de auxilio. Aunque en su pequeño pueblo, donde no había sido la primera adolescente en ser raptada, nadie la hubiera ayudado.

Llegó a un pequeño acantilado donde había un lago al final. Si saltaba podría fundirse con el agua e intentar escapar. Aunque no sabía cuanta profundidad tenía aquellas aguas.

Escuchó los ladridos de los perros que se iban acercando a donde estaba. Aquellos hombres no le iban a hacer nada, pero no podía asegurar que sus canes no fueran a morderla.

Con el medio en el corazón saltó al vacío.

El impacto contra el agua fue duro, sintió como su cuerpo le dolía por todos lados. Pero se alejó de la oscura profundidad del lago y sacó la cabeza al exterior. Con unas grandes brazadas llegó hasta la orilla, y descansó un momento antes de salir del agua.

Estaba mojada, pero no le importaba. Había salido con vida de aquella situación. Bebió un poco y se alejó de aquel lugar. El vestido de gasa que llevaba puesto dejaba entrever su falta de pechos y su entrepierna, que no era la habitual en una mujer.

Aun recordaba como los secuestradores la habían desnudado y al darse cuenta de aquello habían sonreído y afirmado que eso aun la hacía mas valiosa. Que ser una mujer transgénero era un mas deseada que una mujer de verdad. Esa afirmación le había producido nauseas porque ella era una mujer de verdad.

Aunque la sociedad no lo viera, aunque su madre le hubiera costado aceptar que era una mujer y la única de la familia. Ella sabía lo que era.

Continuó caminado hasta que estuvo cansada. Y se dejó caer al lado de un árbol. Le pesaban tanto los parpados que los cerró.

Al cabo de unas horas un ruido la despertó. Era de noche y tenía que continuar caminando. No veía muy bien por donde pisaba y tenía miedo de caminar sobre algún animal y hacerle daño.

A lo lejos había un brillo de color dorado. Tenía miedo de que fueran los secuestradores, pero tal vez era alguien que pudiera ayudarla.

Así que silenciosamente se acercó hasta aquel resplandor. Entre los arboles vio una figura alargada que estaba sentada cerca de un fuego. Al observarla mejor vio que era una mujer. Tenía el pelo negro corto como ella, aunque llevaba unos pantalones y una cazadora.

Diosas & HeroínasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora