Sin cuerpo no hay delito

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 El comisario Blear estaba mirando los recortes de periódicos de las últimas semanas, mientras el humo de su cigarrillo iba formando una nube sobre su cabeza. Dejó los trozos de papel dentro de la carpeta del caso de los Adams, y volvió a dar una calada.

Hacía semanas de que Benjamin, el marido de Este había reportado su desaparición, y hacía unos pocos días que la nueva pareja del caballero había asegurado, a pleno grito en medio de la comisaría, que su reciente marido había sido asesinado.

Para Blear, la única culpable era ella. Pero después de numerosos interrogatorios esta había jurado y perjurado que había sido la amiga de Este quien había asesinado a Benjamin. Pero sin cuerpo no hay delito, y ninguno de los cadáveres había sido hallado en la casa de Sophie.

Hoy volvería a ir a la casa de Sophie, que era la única hija de una antigua criada de la familia de Este. Para hablar con ella y ver su reacción ante las acusaciones de Meredith. A ver si aquello lanzaba algo de luz en el caso.

Blear apagó el cigarrillo en el cenicero y se levantó. Se ajustó el cinturón y se caló el sombrero sobre su canosa cabeza. Después de la resolución del caso estaba decidido a pedir unas vacaciones.

Llegaron a la humilde casa de la señorita Sophie con la diligencia de la policía. Blear se apeó del carruaje y golpeo la puerta de madera que estaba ajada por el paso del tiempo. Una joven rubia le abrió la puerta.

— Buenas tardes ¿es usted la señorita Sophie Swift?

—Así es ¿usted viene de parte de la policía? —dijo con sus curiosos ojos azules.

—Soy el comisario Blear, me gustaría hacerle unas preguntas.

La joven dejó pasar al caballero. Lo llevó a una humilde sala de estar, y le preguntó si quería algo para beber.

—No, gracias señorita Swift. No le robaré mucho tiempo.

El comisario miró la estancia, la chimenea estaba encendida y la habitación estaba sencillamente decorada. Dedujo que la joven no tenía mucho dinero. ¿Que ganaba ella con la muerte de Este y Benjamin? se preguntó.

Se sentó enfrente de ella, en un sofá con poco relleno y se hundió hasta el fondo. Definitivamente no tenía mucho dinero.

—¿A que se dedica señorita Swift?

—Por favor, llámeme Sophie. Y me dedico a limpiar casas, aunque no me aporta mucho beneficio.

—¿De que conoce usted a Este Adams?

—Era amiga de la familia, aunque ellos fueran una familia con poder y prestigio éramos amigas. Mi madre trabajaba para ellos y yo me hice amiga de las hermanas.

—¿Y su padre?

—Marino mercante, aunque murió cuando yo tenía quince años.

—¿Cuando vio a Este por última vez?

— La semana antes de su desaparición. Me vino a visitar y me llevó a una pequeña tetería que esta aquí en la esquina. Me quería contar algo con suma urgencia. La noté muy angustiada y preocupada.

—¿Qué le contó? —Blear se inclinó hacía delante para no perder detalle.

—Me dijo que sospechaba que su marido la engañaba con otra —dijo esta bajando la voz.

—¿Como sospechaba eso?

—Me contó que su marido había recibido una carta del banco. Que la había visto abierta y no pudo evitar leerla, con una transacción por unas joyas que ella no tenía en su joyero. Eran unos pendientes de zafiro. Y ella odiaba el azul.

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