Era un día de verano de esos en los que no se mueve ni una brizna de aire y el sol golpeaba con fuerza desde el firmamento.
Cornelia tenía que salir a comprar, aunque ella misma prefería quedarse en casa y disfrutar del aire frio que le proporcionaba el ventilador de su habitación. En días como aquel se sentía como una planta marchita que necesitaba desesperadamente agua, pero por mucho que se duchase sentía su piel pegajosa por el sudor.
Caminó por la acera, con su falda de flores rozándole los muslos, mientras sentía el color de la acera traspasar la suela de sus sandalias y llegar hasta sus pies. Se había calado un sombrero de paja para proteger su rubia cabellera de los rayos dañinos del sol, pero aun así su frente estaba empapada.
Buscó en su bolso un pañuelo y se lo pasó por la frente, pensando en porque se hacía eso a si misma y había salido en plena mañana a la calle. Cruzó el paso peatonal y llegó hasta la calle más concurrida de la ciudad. Pasó varios escaparates llenos de ropa y accesorios. Le encantaba mirarlos, se pasaba minutos contemplándolos, pero aquel día tenía que ir a otra tienda diferente.
Se detuvo delante de la tienda de música más antigua de la ciudad, donde sabía que vendían lo que tanto necesitaba. La versión premium del último trabajo de Karmilla.
Salió de la tienda después de media hora y tras dejar todos sus ahorros en la compra que había hecho, pero merecía la pena cada centavo con ver la expresión de la persona que iba a recibir el regalo.
Era de noche, las cinco se habían reunido en la casa de Will para celebrar el comienzo de las vacaciones. Ese año iban a ir todas juntas a la playa, como llevaban haciendo desde que se habían conocido las cinco, hacía ya varios años. Aun recordaba la primera vez que habían ido y como los acontecimientos se habían torcido, pero esta vez no había enemigos que pudieran arruinar sus vacaciones.
Irma y Will estaban en la cocina haciendo las pizzas en el horno mientras Hay Lin y ella colocaban las servilletas y los refrescos encima de la mesa, Cornelia apartó la mirada para contemplar como Irma se apartaba un mechón castaño de encima de los ojos. Quitó la mirada y siguió a lo suyo.
―Te has puesto roja.
―Hay Lin, baja la voz ―dijo Cornelia en un susurro.
―¿Se lo vas a decir hoy? ¿Has comprado el regalo?
―Lo he comprado, y no sé, estoy muy nerviosa.
―Todo irá bien ―le tocó la mano a la rubia.
―¿Y si me dice que no?
―No pasará nada, a ver al principio será algo extraño, pero luego todo volverá a ser normal. Somos las W.I.T.C.H. siempre unidas.
Cornelia asintió intentando creer a su amiga.
Taranee terminó de hablar con su madre por teléfono y se sentó en el sofá.
―¿Como ha ido? ―dijo la rubia desviando la conversación.
―Bien, al final ha cedido.
―¡Oís eso chicas! Las W.I.T.C.H. pasarán otro verano juntas ―exclamó Hay Lin.
Irma aplaudió mientras Will sacaba las pizzas del horno, las colocó sobre los platos e la castaña fue sirviéndolas encima de la mesa auxiliar que estaba delante del sofá.
Cornelia se apartó mientras miraba la asa de la bolsa que estaba escondida debajo del sofá.
Todas se sentaron y comenzaron a hablar mientras esperaban que la comida se enfriase un poco, aunque a Irma le importaba muy poco y cogió un trozo caliente de masa. Se la llevó a los labios y emitió un pequeño grito.
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Diosas & Heroínas
Chick-LitRelatos varios sobre señoras que se aman mucho y con fuerte carácter. Todos los derechos reservados