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—Yoongi, Yoongi, espera...
El chico mudo no parecía querer aflojar el paso.
Y de nuevo, no sabía porqué huía.
Quizás era porque estaba demasiado avergonzado, porque tenía demasiado miedo, ni él sabía de qué.
—Yoongi —Jimin tomó su muñeca y lo hizo voltear, frenando su paso a un metro de su habitación.
Sus ojos se encontraron y la mente de Jimin se quedó en blanco, ya ni siquiera se acordaba de lo que iba a decir de lo que había practicado.
Yoongi ladeó su cabeza, su cabello cayó un poco frente a sus ojos.
—Yo... —comenzó el rubio, sin saber cómo seguir—, había preparado algo, pero ya... no lo recuerdo —soltó una risa nerviosa—. ¿Te importa si improviso?
Yoongi se giró un poco más hacia él, esperando lo que tenía que decir, se sorprendió un poco cuando la mano de Jimin bajó de su muñeca hacia su mano, tomándola.
—Yoongi, me gustas —dijo—, mucho, y esto es hace bastante tiempo. Me gustas desde el beso, Yoongi —sonrió cuando el castaño abrió los ojos con sorpresa por esas palabras—. Quiero cuidarte, estar a tu lado todos los días, hablar contigo por horas antes de dormir —Jimin sonrió—. Yo no puedo decir desde hace cuándo es así, sólo sé que te quiero, que te quiero tanto que creo que te amo.
Y esa era la única seña que Jimin recordaba.
Alzando la mano en un puño, levantó su dedo meñique, para luego estirar el dedo índice y el pulgar.
—Te amo.
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