-Ahmed-
Entro a la mansión llamando la atención de todos los vampiros que yacen en el salón reunidos alrededor de una mesa circular, cinco amigos y compañeros en total. Todos beben de una copa que por su olor puedo identificar que es sangre de la realeza del 1800, buenos tiempos.
—¿A que se debe esta reunión en mi casa? —Pregunto.
Nolan me invita a sentar a su lado y lo hago.
—¿Alguien me dirá a que se debe tan grata cata del 1800?¿O tengo que averiguarlo por mi mismo?
—Deja de molestar Ahmed, te lo diremos a su debido tiempo. —Dice Zyanya, una compañera de casa no muy confiable.
No se que pasa, mejor dicho, no se que hacen en mi casa.
Los que me han conocido saben que odio las reuniones en mi casa. Miro a Nolan, el es mi mejor amigo desde hace más de dos siglos, hicimos un pacto de sangre hace mucho donde especifica en letra grande que no nos podemos ocultar nada que involucre al otro, hací que espero tranquilo a que hable.
—Aisha llamó. —Dice Boanerges, otro amigo íntimo que sabe todo de mi vida.
—¿Y debería importarme que esa impostura me llame? Yo no se lo pedí...
Me interrumpe Zelaya, mi ex— Pues si debería importarte, es tú hermana, por lo menos siente algo de cariño por alguien.
—Que no te quiera a ti no quiere decir que no quiera a mi hermana menor, pero por mucho que la quiera no puedo perdonarle que quiera dejar de consumir sangre y dañar su salud. —Nolan me mira mal, Zelaya es su prima lejana.
—Llamó para darnos una información muy importante. Que podrían cambiar muchas cosas. —Añade Boanerges, mirándome con una sonrisa cómplice.
Por la cara de Zelaya se que la información no le gusta, esta castaña es psicópata loca que odio y sólo soporto porque es la única familia de Nolan, sino ya estuviera muerta hace mucho.
—Cuando sea sobre plantas medicinales o infusiones inútiles, deberán amar sus vidas.
—Debería de gustarte, prácticamente correrá sangre. —Dice Zyanya, haciendo esas cosas con los ojos para parecer inocente.
—¿Debería importarme?
—Si debería, tiene una información muy... suculenta. —Añade Yves, el menor de todos.
—Mientras no sea sobre plantas medicinales, sangre de cuervo o alguna estúpida cursilería sentimental...
Nolan me interrumpe— Llamó para avisarnos de algo importante.
—Más bien... alguien. —Dice la conocida voz de mi pequeña hermana a mi espalda.
-Cantania-
—¿Otra película? —Le pregunto al gruñón que tengo como abuelo.
—Ya no más películas, duele ver la mierda en la que se a convertido el cine. —Me mira mal.
De hecho, siempre me mira mal cuando vemos películas actuales, aunque no miente, el cine de antes era cien veces mejor.
—Los actores parecen seres perfectos, en mi tiempo parecían más humanos, sin tanta perfección o maquillaje.
—Pues lamento informarte que no tengo películas de tú tiempo, creo que no se podrán reproducir. —Río y el ríe también un poco.
—Enana astuta.
—Tuve que sacarlo de alguien. —Me abraza.
Abba entra con la bandeja de medicación y la prepara cuidadosamente.
—Nos vemos luego, hay que dejar a Abba hacer su trabajo. —Abuelo asiente, mira a Abba de reojo.
—¿Ya tienen mi té? —Pregunta.
—Si, ayer traje un poco.
—Su infusión está en el comedor señorita. —Me mira seriamente— Hasta el fondo.
Asiento y salgo de la habitación. Son las seis de la tarde, otro día frío y tétrico que parece poseído por energía negativa.
Es vienes, y faltan dos días para mi cumpleaños, no estoy emocionada, simplemente estoy deseando que llegue para poder saber que cumplí la meta de los diecinueve.
Desde que tengo uso de razón mi familia me enseñó eso, cuando cuando mis tíos, primos y abuelas estaban vivos. Me hacían celebrar mi cumpleaños, pero viéndolo como una meta. Con la satisfacción de que llegué a esa edad y luego me hago la meta de llegar a la meta siguiente.
Camino hacia la cocina y efectivamente mi infusión está reposando en la isla del desayunador, humeando y soltando un aroma bastante agrio.
Lo tomó entre mis manos, esta caliente pero soportable, camino hacia el salón donde está la gran chimenea, mi lugar favorito de la casa.
Tomó un sorbo y admiro por enésima vez la pintura de un monte que descansa sobre la chimenea. Me termino la infusión y acarició mis medias de lana, dándome calor en las manos, calor que perdí al dejar la tasa en una esquina.
El timbre de la entrada suena y me paro para ir a la entrada, casi no tenemos visitas hací que seguramente es Henry.
Henry es mi novio, un pelirrojo dulce y divertido que se ganó mi corazón desde primero de secundaria.
Abro la puerta y me sorprendo al no ver a Henry, sino a la pelinegra de ayer, Aisha, la amiga de la señora Petrova.
—Hola. —Me dice y sonríe.
Una oleada de frío me congela los huesos.
—Entra, te vas a congelar. —Le sugiero y ella asiente y entra.
Es muy bonita, su pelo es negro y largo, sus ojos son azules y su piel perfectamente blanca.
—Venía a disculparme por mi actitud de ayer, no debería haberme desaparecido y ser tan... descortés. —Sonríe mostrando su blanca dentadura.
Le sonrió de vuelta.
—No hay problema, seguramente estabas mal por algo. —Le resto importancia y le señaló el asiento del salón para que tomé asiento.
Toma asiento y me mira con curiosidad.
—¿A si que te llamas Catania?
—Si, lo escogió mi madre. —Abre un poco más los ojos, en señal de asombro.
—¿Vives aquí desde... siempre? —Asiento a su pregunta. —¿Sola?
—No, antes toda mi familia vivía aquí y era una familia realmente grande, pero todos fueron asesinados, sólo quedamos mi abuelo y yo.
—Te traje un regalo, por ser tan descortés. —Abre su bolsa y saca una caja blanca.
—No te hubieras molestado, no fuiste descortés, no soy tan sensible. —Sonríe pero de todas formas me pone la caja sobre el regazo.
—No aceptaré un no por respuesta, además creo que es algo que te gustará, lo traje conmigo de Europa.
Abro despacio la caja ya que al parecer no me queda otra alternativa, dentro hay una raíz blanca y gruesa. Aisha tose y lo tocó sin ningún problema.
—¿Qué planta es? —Le pregunto asombrada.
Se acerca a mi, quedando justo al frente.
—Deja de actuar, perra.
Y luego todo se vuelve oscuro.
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Resurrección
VampireCatania Woods siempre estuvo en el ojo del huracán sin siquiera saberlo, ni sospecharlo. Su vida no salía de lo cotidiano, llegando a lo deplorable. Sólo tenía a su abuelo, demasiado anciano, toda su vida siempre giró siempre en el. Pero al cumplir...