P de Palabras

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Que él nunca le haya dicho palabras melosas o desbordantes de romanticismo a su esposa, a Kohaku, no significaba que él no la quisiera.

Aunque, bueno, ella tampoco le había dicho palabras melosas o románticas, eso no significaba que ella no lo quisiera.

Es decir, ambos eran unos secos en cuanto a palabras. No era que las necesitaran –siempre– para expresar amor o cariño, eso lo podían hacer con acciones o pequeños gestos; detuvo de inmediato el hilo de sus pensamientos.

¿Qué demonios hacía él preocupándose por si Kohaku o él compartían o se decían palabras bonitas o no? Si su antiguo yo lo viese, lo miraría interrogante e incluso con asco.

¿Era esto algo parecido a una crisis de mediana edad?

- Senku, ¿qué tienes? ¿Te sientes mal? – preguntó Kohaku, acercándose a él con preocupación –latente– en su mirada. Sintiéndose un poco apenado cuando ella le tomó del rostro y la acercó para tomarle la temperatura con su frente –. ¿Estás cansado?

Él se estaba preocupando demás.

Cerró los ojos, apoyando sus manos sobre las de ella, sonriendo –. Estoy bien, Kohaku.

Ella se ruborizó ante la mención de su nombre, porque eso, era símbolo de complicidad y también, de honestidad. Y aunque el apodo de leona había cambiado a ser uno cariñoso, el que la llamase por su nombre, era realmente algo que todavía, le provocaba mariposas.

- Gracias por cuidar de mí.

Kohaku sonrió, relajándose finalmente.

- No hay de qué.

(No dirían palabras melosas al otro, pero las que se decían, eran suficientes y significativas entre ambos.

Y así, estaban bien).

-Traumada Taisho

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