Capítulo 22. [Juego De Azares]

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8/10 PARA EL CAPÍTULO FINAL

Volver a una clínica nunca había sido su opción más atractiva.

Ella creía que después de todo lo que había vivido durante largos años, jamás volvería a pisar una ni siquiera por error. Cuan equivocada estaba, porque la vida siempre se encarga de poner todo en su lugar, aunque algunas veces nos cueste comprenderlo. Bárbara vivía con el "¿Qué hubiera pasado si?". Se castigaba a ella misma con pensamientos que eran más doloroso que diez mil agujas filosas traspasando tu cuerpo. Un castigo innecesario que vivía con ella por sentirse responsable de todo lo que ocurría a su alrededor.

¿Cuánto tiempo más tendría que vivir en ese calvario constante?

La pregunta que se hacía todas las noches al cerrar los ojos.

Ella siempre estaba preparada para el dolor. Por lo menos el dolor emocional. Habían vivido tantos años juntos que no se extrañaban. Las noches eran más frías que de costumbre. El café siempre estaba por debajo de su gusto y la incertumbre era su más esperada visita. Bárbara era un alma poco comprendida. Detrás de esa sonrisa que siempre mostraba, había tanto dolor de un pasado tortuoso que seguía pisándole los talones con mucha fuerza. Su mente era dispersa. Su llanto, a solas, era más impetuoso.

Pero ella estaba cerrada a mostrar su debilidad. No quería que nadie la viera por debajo de lo que era. Ella era fuerte, valiente y perseverante. A pesar de todo, sabía que lo que era en ese momento, pronto dejaría de ser. Porque ella conocía perfectamente cómo funcionaba la vida. O por lo menos cómo obraba la vida en la suya.

—¿Dónde estás?—le preguntó Macarena en voz baja mientras acariciaba la mano de la morena. Bárbara la vio rápidamente antes de bajar la mirada sintiéndose profundamente triste. La castaña al verla, depositó un beso corto en su mejilla—. Nada de esto es tu culpa. Tú fuiste muy valiente y ella también.

—Si no hubiese dejado que me acompañara esto no estaría pasando—comentó decaída—. Esto es mi culpa.

—Nadie es responsable de lo que sucedió, cielo. Abby actuó como lo creía conveniente. Ella solo quiso ser un apoyo para ti en ese momento y aunque hubieses insistido, ella lo habría hecho aún más hasta que terminaras cediendo—le dijo—. Conocemos lo insistente que podía ser.

—Sigo sintiéndome culpable—murmuró apenas, reposando su cabeza entre el cuello y hombro de su esposa—. El médico no ha querido decirnos nada.

—Todavía están examinándola, cariño—Bárbara suspiró—. ¿Cómo sigue tu cuello?

—La garganta ya no me duele, por lo menos.

—Está morada—le dijo—. Cuando estemos en casa voy a huntarte una pomada que mis padres usaban cuando era una niña.

Bárbara sonrió. 

—¿Aún existen?—le preguntó con gracia.

—¿Me crees una anciana?—le preguntó Macarena con una sonrisa que Bárbara no podía ver—. Conservo muchas cosas de ellos—susurró con nostalgia—. Los extraño.

Bárbara levantó la mirada para ver a Macarena. Una sonrisa media se posó en sus labios.

—Te prometo que pronto iremos a verlos—le dijo suavemente la escritora mientras acariciaba con su dedo índice la palma de su mano—. Cuando estábamos allá, dijiste que habías recordado todo—murmuró la morena—. ¿De verdad pudiste recordar?

—Recordé muchas cosas de mi vida de antes—Macarena respiró hondo—. Tengo en mi memoria tantos recuerdos que no sé cómo pude olvidarlos.  Tú estás en cada uno de esos recuerdos—ambas se vieron a los ojos—. Cada detalle, cada gesto, cada palabra... Las tengo guardadas ahora. 

ᴸᵉᵗʳᵃˢ ʸ ᴰᵒˢ ᴬˡᵐᵃˢ ᴰᵉˢⁿᵘᵈᵃˢ ᴱⁿ ᴾᵒᵉˢíᵃ | |Barbarena||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora