Capítulo 24. [Encuentros Inesperados]

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6/10 PARA EL CAPÍTULO FINAL

NARRA BÁRBARA

¿Alguna vez han sentido que todo lo que ocurre a su alrededor no es más que una cruel mentira, una ilusión que nunca ocurrió? ¿Que las piezas faltantes de su rompecabezas siempre estuvieron a su lado pero nunca nadie les dijo, nadie las noto?
La vida es eso que corre a toda velocidad déjandonos un pedacito de ella. Pero no es tan sencillo entenderlo cuando las razones por las que sigues de pie en algunos años más no son las mismas. No, porque todo lo que creías, no era más que una farsa, una mentira. Un cruel engaño de la vida misma que nos hace recopilar cada segundo desde que abrimos los ojos hasta que los cerramos. Aquella que sin pretenderlo, nos da los días para que nosotros los vivamos lo mejor que podemos, aunque ese día ya tenga fecha de terminación.

Era un día diferente.

Comenzando por el cielo estrellado. Las estrellas brillan un poco más desde la última vez que hice pausa en mi vida para disfrutar aquellos pequeños placeres que pasan desapercibidos a los ojos de otros. El café dulce, y espeso. Había aprendido a amarlo de esa manera aunque no fuera lo que acostumbraba a tomar cada día al despertar. El cantar de los pájaros, los pocos que aún quedaban porque el frío empezaba a hacerse presente, y las autopistas vacías, aquellas que recorrí innumerables de veces intentando encontrar el camino devuelta a casa, devuelta a aquello que alguna vez me hizo feliz.

Diría que, desde esta vista, todo se puede apreciar mejor. Estoy sentada en un banquillo viejo y solitario. Con brechas en las esquinas, supongo que por el deterioro, y algunas hojas sueltas alrededor y encima de el. La madera del tronco de aquellos árboles estaban quebradas y muchas hojas que seguían cayendo por la brisa de aquella noche nostálgica llena de recuerdos. Mis manos comenzaban a ponerse frías, lo que me indicaba que era tiempo de cubrirlas con unos guantes especiales que habían hecho para mí especialmente. A mi lado estaba mi lapicero y una pequeña libreta donde tenía mis apuntes más importantes, la libreta que siempre llevaba conmigo, y la que sabía más cosas de mi que cualquier otra persona. Eran muchas las historias que podía contar y pocas de las que podía hablar sin que mi voz se quebrara a mitad de camino. Se sentía como un grito ahogado, reprimido, cansado, y no escuchado. Aquella sensación me había perseguido durante años, muchos años. Enumerarlos con todos mis dedos no le hacía justicia. Claramente, eran muchos, más de los que me hubiese gustado.

"¿Vendrás a comer?"

Leí rápidamente antes que la pantalla de mi móvil volviera a ponerse obscura. Respiré hondo, y sumergí mis manos entre los bolsillos que tenía en ambos lados del camisón que llevaba puesto. Era azul, mi favorito.

"Quizá luego", pensé en contestar, pero mis manos siguieron inmóviles por muchas horas. Luego fueron infinitas las llamadas telefónicas que había recibido mientras mi mente divagaba en los recuerdos que seguían cada vez haciéndose más presente. Perdí la noción del tiempo, y de cuánto he llorado desde entonces. Es ahora que lo hago. Me costó mucho entender que lo que fue, no será, y jamás volverá a serlo. Aprendí que idealizar siempre fue un arma de doble filo, y que podía herir más que un disparo o una bala perdida. Seguía intentando convencerme de que aquello fue lo mejor.

Que había tomado la decisión correcta.

Todos me apoyaron y confiaron en mi.
Algo que yo todavía no hacía, o ni siquiera quería intentarlo. Era difícil y lo sigue siendo.

Apenas estoy empezando.

-¿Por qué no contestas las llamadas, Bárbara?-escuché detrás de mi, preguntándome cómo habían logrado dar conmigo-. No nos ignores, estamos hablando contigo.

ᴸᵉᵗʳᵃˢ ʸ ᴰᵒˢ ᴬˡᵐᵃˢ ᴰᵉˢⁿᵘᵈᵃˢ ᴱⁿ ᴾᵒᵉˢíᵃ | |Barbarena||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora