1. Como todo comenzó

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"El lugar al que llaman hogar puede ser el epicentro de sus emociones, en donde sienten la necesidad de expresarse; llévalo tranquila. Pueden realizar una mini remodelación un sábado, Invítalo a pasar la tarde pintando o moviendo de lugar los muebles para aligerar la tensión"
Atte.: Dra. Rodríguez

Mi madre siempre juzgó la edad en la que decidí casarme, siempre. Él y yo todos los sábados, como rutina, visitábamos la casa de mis padres. La misma en donde había vivido de pequeña. Los primeros meses mis padres planeaban una excusa diferente para vernos por lo menos dos horas, aunque terminaban siendo más de las acordadas.

Con el pasar de los días comenzaba a hacerme la idea de que cada vez que hiciéramos acto de presencia, él iría con mi papá al jardín y mi madre me llevaría con ella a la cocina, escuchandola repetir lo mismo de cada semana.

- te casaste muy temprano, Ro.

-Ma, la edad no importa- solía responder al principio, pero el pasar del tiempo me ha hecho razonar sobre sus palabras, y a pesar que mi opinión sigue siendo la misma, comienzo a creer que tal vez su "temprano" no hace referencia a la edad.

Hace, exactamente diez meses, en un día tan caluroso como esté, él y yo comenzamos a asistir a terapia matrimonial, creyendo que esa ayuda extra nos sacaría de la escasez de atención y cariño que en dos años de matrimonio se había desvanecido. Y sí, esa fue una decisión mutua, o eso esperaba la terapeuta, que aún con el tiempo que llevábamos asistiendo a las citas, los consejos me los continuaba dictando solo a mí.

Pasadas las once de la noche, seguía despierta con los ojos muy abiertos, doblando y volviendo a doblar la carta en donde la doctora, con fina letra cursiva, había escrito que acciones podían funcionar para reforzar lo que en algún momento nos unió a él y a mí en matrimonio. En mi versión de la historia todo comenzaba con una fuerte amistad, aproximadamente cinco años, en donde compartimos todo, tanto lo malo como lo bueno. Al parecer en ese momento yo a él ya le gustaba y no lograba comprender el porqué no se había confesado, sabiendo ya los sentimientos que yo tenía hacía él. Eso dolía, pero el tiempo paso y aquí estoy, ahora jugando con la joya que adorna mi dedo anular, esperando a que vuelva tarde del trabajo.

Es entonces, que cuando escucho la puerta principal de nuestro apartamento, los nervios actúan como relámpago dentro de mí que salgo de la habitación. No puedo esperar hasta que llegue a ella para contarle sobre los planes del próximo sábado. Bajo los escalones de dos en dos y me quedo en el último con mis manos entrelazadas, esperando el momento en que él decida subir y me vea. Cuando pasan los minutos, solo escucho un suspiro profundo salir de él y el sonido del sofá al momento en que decide tomar asiento. Entiendo a quien no hace ni el intento de acercase a mí, está cansado.

-supongo que estás agotado- hablé detrás de él cuando ya estuve lo suficientemente cerca, no había notado mi presencia por lo que dio un pequeño respingo.

-supones bien, Ro- contestó mientras que con sus manos buscaba dentro de los bolsillos de su pantalón un objeto para el cual dirigir su mirada y evitar la mía.

-¿tienes planes para este sábado?-pregunté tomando asiento junto a él en el sofá e intentando subir mis piernas sobre las suyas para estar más cómoda, cuando logré hacerlo, sentí como su cuerpo se sentó más rígido. Con una mirada preocupada me dirigí a él, quién solo imitó una sonrisa para disimular su incomodidad.

-¿e...este sábado?- habló aclarando la voz en un pequeño tartamudeo, cuando me vio asentir, colocó delicadamente su mano sobre mi muslo derecho y suspiró -puedo hacer un tiempo si así lo deseas- afirmó después de varios minutos de pensarlo -¿qué tienes pensado hacer?

Hurricane EyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora