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Con el poco dinero que tenía había tomado un taxi y ahora estaba en una cafetería, había llamado al boricua de un teléfono público y este le había pedido que lo esperara en aquella cafetería.

–Tn –la llamó apenas entró y la divisó sentada en una de las mesas– ¿Qué tienes? –le preguntó al sentarse a su lado y abrazarla.

–Lo odio –susurró contra su pecho– Lo odio –nuevas lagrimas empezaron a bajarle por las mejillas.

–Tranquila –le pidió abrazándola más fuerte– Piensa en tu bebé.

–N...no...no...lo quiere –el vació que sentía en el estómago era insoportable.

Él estuvo largos minutos consolándola y escuchándola, ella se veía tan frágil que temía por ella y por su bebé.

–Sabía que tarde o temprano eso pasaría –le dijo cuando ella le confesó que estaba enamorada de Pimentel.

–Lo siento –se disculpó.

–No te preocupes –le dijo con una sonrisa.

La mesera les trajo dos malteadas de chocolate y se marchó.

–Daría lo que fuera para que no sufrieras por ese estúpido –le dijo con sinceridad. Se pasó una mano por su cabellera y suspiró– ¿Le dijiste qué lo amas? –le preguntó.

–No, no pienso decírselo –le aseguró.

–Él no merece una chica como tú –dijo– Puedes quedarte en mi casa el tiempo que necesites –le dijo.

–Muchas gracias de verdad –la sonrisa que adornó su rostro nunca llegó a sus ojos.

El lunes había llegado, no fue al instituto ya que al llegar a la casa del boricua había notado que solo hubo recogido algo de ropa, tanto como su uniforme y sus cosas del instituto se habían quedado en el departamento del pelinegro. Zabdiel se había portado como un verdadero amigo, vivía en un departamento con su madre la cual en esos momentos estaba de viaje y le había ofrecido que durmiera ahí hasta que su madre volviera.

–Velez –llamó el boricua.

– ¿Qué quieres? –dijo mientras seguía caminando.

–Necesito que tú o Pimentel me de las cosas que se le quedaron a Tn.

Christopher se detuvo y lo miró con una ceja alzada.

– ¿Ella está contigo? –le preguntó.

–Está viviendo conmigo ahora –le dijo con una sonrisa triunfal.

–Cuidado con lo que haces –le advirtió– Mantén esas manos donde se puedan ver.

–No te tengo miedo –le dijo.

–Lo sé –dijo con una sonrisa– espero que Tn pronto se dé cuenta de tus intenciones–le dijo.

–No tengo ningunas intenciones, solo la quiero ayudar algo que tu amigo no hace –dijo.

–Esperemos que así sea Zabdiel, que así sea.

Se marchó dejando solo al boricua, fue hasta aquel árbol donde de seguro encontraría a su amigo y así fue, ahí estaba él.

–Tn está viviendo con Zabdiel –le dijo.

–Lo mejor que pudo haber hecho –dijo con simpleza.

–Y yo me quedé con las ganas de saborearla –dijo con desilusión.

–Yo no –dijo sonriendo con malicia.

–Sé que tú no moverás ni un dedo para que ella regrese pero yo si lo haré –le dijo sonriendo.

–Déjala con ese estúpido –le dijo.

Chico malo (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora