mi héroe

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Maldita puta! –golpeó con rabia la mejilla femenina y arremetió contra la castaña, tirándola al suelo y forcejeando con ella hasta que consiguió quedar sobre su embarazado cuerpo.

Trataba con todas sus fuerzas de que el boricua no la tocara, tenía asco, asco de ese miserable.

– ¡No...no...dé...dé...jame...–se aterrorizó cuando escuchó la parte de arriba del corto traje que traía desgarrándose– ¡Nooo! –chilló mientras nuevas lagrimas se deslizaban por sus mejillas. Él le había roto la parte de arriba del traje, lo veía ver sus pechos los cuales estaban hinchados por su embarazo. Buscó con la miraba algo para intentar detenerlo, trató con unas de sus manos alcanzar un trozo de madera para pegarle pero este estaba muy lejos. Su aliento se detuvo cuando su mirada se encontró con la del pelinegro, su semblante era serio, no, aterrador, el odio estaba latente en los ojos y la promesa de muerte la pudo divisar. Su atención volvió hacia el boricua cuando este tocó unos de sus pechos sobre la tela del sujetador.

–Tus pechos están tan llenos, me muero por probarlos –dijo con lujuria.

– ¡Nooo! –sentía como empezaba a quitarle el sujetador, volvió a buscar al pelinegro con la mirada pero este no estaba.

–Te joderé duro, duro y salvaje –le prometió.

Ese maldito le había quitado el sujetador, la estaba tocando. No lo soportaba.

– ¡Suél...suélta...me! –le ordenó en un grito entre lagrimas, al tratar de separarlo de su cuerpo.

– ¡Cállate puta! –Espetó, estaba fascinado mirando sus pechos– Chuparé esos pequeños pezones –se pasó la lengua por los labios y llevó sus manos hasta tocar los pechos de la castaña.

–¡Nooooooo! –lo odiaba, odiaba a ese hijo de perra. Volvió a buscar al pelinegro con la mirada pero nuevamente no lo encontró.

Él la había dejado ahí a merced de ese maldito depravado. Le dolió en lo más profundo de su pecho al pensar que él se pudo haber marchado y dejado ahí.

Hacerse el inconsciente mientras esos tipos terminaban de golpearlo le había causado trabajo, pero entendió que si no lo hacía nunca se irían. Cuando se hubiesen marchado casi perdió el conocimiento de tantos golpes pero los gritos de la castaña lo hicieron volver a la realidad, tuvo que pasar unos minutos reuniendo fuerza de donde no la tenía para poder ponerse de pie y enfrentar al boricua, pero no pudo contenerse cuando ella lo había mirado, estaba asustada, tenía mucho miedo. Todo se le hizo fácil porque al boricua estar concentrado en la castaña se había olvidado completamente de él. Tomó un trozo de madera y se acercó nuevamente, vio como ella lo miró con sorpresa cuando alzó el trozó de madera y golpeó al boricua.

Al sentir el golpe en su espalda giró y se encontró con el pelinegro. Odio, odio y una promesa de maldad había en la mirada de Pimentel. Rápidamente se apartó de la castaña.

–Ella –dijo con demasiada tranquilidad el pelinegro mientras miraba el trozo de madera con interés– Es mía –golpeó fuertemente al boricua pero esta vez fue en el rostro, el golpe fue de tal magnitud que este dejó escapar un bocado de sangre y un diente– Nadie la toca –seguía Pimentel– Solo yo la puedo follar –otro fuerte golpe pero este fue contra sus hombros ya que el boricua estaba en el suelo por no haber darle la oportunidad de ponerse de pie tenía la ventaja.

Estaba demasiado asustada mirando como el pelinegro golpeaba al boricua, mientras que lo pateaba fuertemente en las costillas también con el trozo de madera le golpeaba el rostro. El último fuerte golpe fue para su cabeza y al instante perdió el conocimiento. Dejó caer el trozo de madera y miró a la castaña la cual intentaba taparse, se acercó y se puso a su altura ya que esta estaba sentada en el suelo. Su pequeño traje azul estaba sucio y en la parte de arriba desgarrado. Lo vio sacarse la sucia camisa y ponérsela sobre los hombros, no lo pudo aguantar más y lo abrazó mientras lloraba amargamente. La razón lo había abandonado completamente cuando estuvo golpeando al boricua, solo quería verlo muerto, sin mover ni un músculo por haberla tocado, por haberla intentado profanar, la necesitaba tanto que le dolía y temía por necesitar tanto a esa mujer. Él también la abrazó, buscando su cercanía, su calor.

Chico malo (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora