Capítulo IV

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El despertador sonó pero no quería levantarme. A lo lejos escuché voces y supe que había dejado la televisión encendida. Tanteé con la mano a mi alrededor para buscar el control remoto y fue ahí cuando caí en la cuenta de que estaba en el suelo. Mi espalda dolía como la mierda al igual que mi cabeza y sólo quería apagar la maldita televisión.

Como pude abrí primero un ojo y sí, efectivamente estaba en el suelo del living. Aún un poco confundida busqué el control con la mirada por toda la sala, y justo cuando pensaba que era imposible... el lugar estaba peor que anoche. Pero ese era un problema para más tarde. Después de tanto buscar, finalmente lo encontré sobre el sillón. Pesadamente me arrastré hasta él y apagué el televisor.

Suspiré, ¿qué diablos estaba haciendo con mi vida? ¿Por qué me comportaba así? Cerré los ojos de nuevo y llevé una mano a mi frente. «Felicidades Thais, lo volviste a hacer.» A este paso moriría a los 30 años de Cirrosis por consumir tanto alcohol.

No sé cuánto tiempo pasó desde que desperté, pero en mi cabeza intentaba dar respuestas a las preguntas que surgían como: ¿Por qué me dormí en el suelo? ¿Cuánto tiempo había estado aquí tirada? ¿Me habré desmayado? ¿Cuántas cervezas había bebido? Y por sobre todo, ¿por qué había traido el despertador hasta aquí?

En realidad, ni siquiera entendía porqué lo había puesto para las 4 de la tarde, hasta que mágicamente recordé que era porque debía esperar la llamada de Mateo, que me hizo recordar que él iba a reparar la guitarra de Izzy, en consecuencia, eso me trajo a la mente a Izzy y seguido de eso a lo que había pasado ayer. Bueno, el alcohol había funcionado perfectamente hasta ese momento. Como sea, lo del despertador fue una buena idea. «Borracha pero inteligente» pensé.

De repente el teléfono sonó y como pude me levanté lo más rápido posible para hacer callar aquel aparato.

—¿Sí? —respondí adormilada y con la voz ronca.

"¿Thay? Habla Mateo..."

—¿Mateo? —repetí bostezando hasta que luego de unos segundos lo reconocí—. ¡Mateo! ¿Cómo estás? Lo siento, recién me despierto...

"¿A las 5 de la tarde?" —preguntó divertido.

«¿Ya eran las 5 de la tarde? Mierda que pasa rápido el tiempo.»

—Sí, noche complicada supongo —suspiré.

"Entiendo" —soltó una pequeña risita—. "Ya tengo lista tu guitarra, ¿podrás pasar a buscarla?"

—¿Ya? ¡Qué rápido! —exclamé asombrada—. Ehhh, claro Matt, en media hora paso por ahí.

"Perfecto Thay, ¡te espero!" —dijo amable—. "Y tranquila, tómate tu tiempo, yo hasta las 7 p.m. voy a estar aquí."

—Eres un genio, ¿lo sabías?

"Exageras" —respondió riendo—. "Adiós Thay."

—Nos vemos Matt.

Colgué el teléfono y suspiré cansada, recostada en la pared me dejé caer hasta quedar sentada en el suelo.

La guitarra ya estaba lista y eso sólo significaba que debía llevarla hasta la casa de los chicos, pero no me sentía en condiciones de hacerlo. Quizás podría llamar y pedir que la vengan a buscar pero sin decirle nada a Izzy, no porque quisiera que fuera sorpresa, ya que seguramente sabe que la mandé a reparar, sino porque no quería que él viniera...

Eché la cabeza hacia atrás y maldije en voz alta.
Debía llamar a los chicos y lo único que me preocupaba era que atendiera Izzy...

Después de unos minutos de pensarlo y juntar valor, tomé el teléfono en mis manos y marqué el número de la casa de ellos, rogando para mis adentros que no contestara él...

"Aún te amo..." -  [𝐈𝐳𝐳𝐲 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐝𝐥𝐢𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora