En una mañana de mucho frío fue que lo vi por primera vez.
Estaba saliendo de casa con rumbo a la universidad, envuelta en cientos de abrigos intentando paliar las bajas temperaturas y con la idea de que me tocaría pasar la mayor parte del día en aquel lugar al que llevaba asistiendo un poco más de dos años.
Él caminaba con lentitud al otro lado de la calle, deteniéndose al instante cuando ambos cruzamos miradas.
Me hubiera gustado dar más detalles sobre esa primera vez pero, sinceramente, recuerdo ese momento menos de lo que me gustaría. Estaba con prisas. Me había quedado dormida esa mañana y estaba llegando tarde a mis clases. A decir verdad, mis pensamientos estaban puestos en todo lo que tenía que correr para poder llegar a tiempo a la universidad y en los trabajos pendientes que tenía por entregar, demasiado distraída como para poder detallar un poco más.
Solamente era un extraño caminando.
Por la tarde de ese mismo día, volviendo de la universidad, noté que las calles del barrio estaban vacías. Pero de alguna forma el entorno se sentía extraño, había algo que me estaba inquietando, un sentimiento peculiar que sólo supe atribuirlo al estrés y la ansiedad que me estaba dando tantas horas de estudio. Entonces volví a toparme con aquel extraño, cuando volvía a salir de casa momentos más tardes. Esa vez, estaba a tan solo unos pasos de la casa, observándome sin decir una palabra. Lo que hice fue suponer que se trataba del nuevo inquilino de la casa de al lado. Pero con ese encuentro también surgió una nueva sensación que no le supe dar nombre, algo que oscilaba entre el nerviosismo y las ansias de algo que tampoco supe identificar.
Al pasar por su lado, lo saludé. Aunque en realidad sólo fue un murmuro cantado por lo bajo porque la verdad era que mis dotes sociales no eran los mejores, mi carácter siempre había sido identificado por ser una mierda y no solía caer muy en gracia a las personas. Tenía algunas excepciones, por supuesto, también estaba abierta a no ser una total idiota con las personas que decidían acercarse a mí con buenas intenciones, pero nada de eso era capaz de alterar la idea de que era una excelente repelente de humanos.
Volví a tomar aquel encuentro como una casualidad, nada parecía ser sospechoso, mucho menos peligroso, hasta que horas más tardes, cuando nuevamente estaba regresando a casa, y ya cuando la tarde estaba cayendo sobre la ciudad y pintando tonos naranjas sobre el cielo como si fuera un lienzo, me encuentro con una mujer esperando en la puerta de mi casa.
—Lena, querida, ven un momento, por favor.
Era la Señora Petts, mi vecina de enfrente. Una viuda retirada que contaba con demasiado tiempo libre y que lo invertía eficientemente en su dedicación a la intromisión y divulgación de la vida de los demás vecinos.
En simple, una vieja chusma que estaba al pendiente de todo.
—No puede ser. —murmuré por lo bajo, obligándome a no virar los ojos delante de ella. Me fui acercando a mi vecina de mala gana, arrastrando mis pies y rogando que aquello que estaba por venir, no tomara mucho tiempo. Cuando finalmente estuve frente a ella, puse una bonita sonrisa sarcástica, que para mi buena, o tal vez mala suerte, ella no fue capaz de entender —¿Cómo se encuentra Señora Petts?
Posiblemente mi madre me hubiera regañado por usar un tono de voz demasiado desdeñoso, pero lo bueno de vivir lejos de familia era que no podía ser reprendida por ellos en momentos como aquellos.
Tal vez estaba a salvo de mis padres, pero a cambio tenía que soportar a una vecina entrometida.
La verdad era que tampoco me interesaba mucho saber cómo era que se encontraba. Siendo honesta, tenía mucho más interés en participar en una convención con profesionales que hablaran de cómo funciona la teoría de cuerdas, que escuchar lo que mi vecina tenía por decir. Y eso que la física era un área que no me producía ni un mínimo de diversión. Sin embargo, y muy a pesar de que mis padres estaban a varios kilómetros de distancia, no tenía que ser una maleducada. Sólo porque así no era como había sido educada.
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Nilo ✔
Teen FictionSu vida cambió cuando ambos se miraron por primera vez. Y ella lo supo. Lena llevaba una vida tranquila hasta que se topa con Nilo. Ella nunca esperó encontrarse con que aquel chico era un extraterrestre, mucho menos enterarse de que ella era su com...