Prólogo

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— ¡Por favor! —gritó sosteniendo su mano.

No le importó la sangre manchando sus manos, apretaba los dedos inmóviles, tratando de llamarlo, traerlo de regreso, sabía, sin embargo, que eso era imposible.

— Amor, no me dejes, por favor —sollozaba— Quédate conmigo, sé que puedes, sólo aguanta un poco más —su voz se asemejaba a un animal herido, pidiendo ayuda.

Pegó la mano a su frente, estaba llorando, gruesas lágrimas marcaban un paso constante en descenso por sus mejillas, el cuerpo le temblaba de miedo y coraje.

Aquella noche no debía terminar así, eso jamás debió haber sucedido, nunca.

Estaba perdiendo a su compañero de vida y le aterraba, parte de él estaba rindiéndose ante la posibilidad, pero mantenía la esperanza, esperaba un milagro que le diera una oportunidad más, que le permitiera vivir.

— Cariño por favor... —su garganta dolía, las palabras eran obligadas a salir, en su pecho un inmenso vacío se asentaba— Dijiste que siempre estaríamos juntos, no me hagas esto.

Reclamó sintiéndose patético, el amor de su vida se encontraba sobre aquella camilla perdiéndose, como una estrella muriendo, perdiendo su luz, apagándose, mientras él le reclamaba, pero la desesperación era mayor en ese momento, la oscuridad extendía su manto sobre ellos y lo odiaba, porque no era justo, no para él.

Miró su rostro tan tranquilo, parecía dormido, quería creer que era así, pero las marcas de sangre y las heridas en su frente y pómulos lo hacía más aterrador.

El vehículo avanzaba tan rápido como podía, las sirenas de la ambulancia avisaban sobre la tragedia, los vehículos abrían paso a la desesperación.

Los paramédicos lo miraban con tristeza, se sentían devastados por la escena, querían consolarlo, pero él no aceptaría los hechos.

Un par de horas antes fue reportado un accidente de auto, un camión de carga y un auto pequeño, la zona era un desastre, pedazos metálicos esparcidos de un lado a otro, el camión se había dado vuelta al tratar de evitarlo, sin embargo, no fue suficiente y lo embistió de lado, justo en dónde estaba el conductor.

Cuando la ambulancia arribó, buscaron sobrevivientes, el conductor del auto más grande fue quien dio aviso, por fortuna había sufrido un par de golpes y cortes leves, era el otro conductor quién se había llevado la peor parte, su auto estaba volcado, un brazo ensangrentado se asomaba por la ventana, el charco de líquido carmesí no presagiaba buenas noticias.

Prosiguieron a sacar el cuerpo que aún respiraba, pero estaba agonizando, superficialmente se dieron cuenta que uno de los pulmones se perforó y el otro se llenaba de sangre tan rápido cómo intentaba respirar.

Cuando estaban por subirlo a la ambulancia un chico llegó corriendo, abriéndose paso entre la multitud, había dicho ser la pareja, específicamente su esposo. No preguntaron más antes de dejarlo subir.

Así había iniciado el trayecto lúgubre, el hombre desesperadamente tratando de tener a su amante de vuelta, uno de los paramédicos no pudo evitar llorar, sabía que no era lo correcto, debía darle su apoyo a la familia, no hacerlos sentir más miserables, pero ¿cómo?

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo olvidarse de sus propios sentimientos?

Secó sus lágrimas y cuando el vehículo se estacionó bajó enseguida para trasladar el cuerpo.

La pareja del paciente los siguió hasta la sala de urgencias en donde los recibieron. Los médicos hablaron con los primeros respondientes y se pusieron al tanto de la situación, no había nada más que hacer.

— Lo sentimos mucho señor Park, no hay nada que podamos hacer —dijo el médico a cargo esa noche— Su esposo, Im Jaebeom ha muerto.

El alarido de dolor fue demasiado terrorífico para todos en esa sala, el hombre negaba desesperadamente, no podía ser eso, Jaebeom tenía que estar vivo. Se tiró de los cabellos negando.

— ¡No, no, no! ¡Eso no es verdad, no puede ser cierto! —gritó con desesperación, tomó la bata del doctor y lo jaloneó— ¡Ayúdelo! ¡Necesita ayuda! ¡Dice ser un doctor, pero no hace nada!

Un par de enfermeros se acercaron para ayudar con la situación que se estaba tornando violenta, le suministraron unos calmantes y poco a poco dejó de luchar, su cuerpo perdió fuerza.

Lo llevaron a un espacio para que pudiera descansar y asimilar lo que sucedía.

Aceptar que el amor de su vida se había ido.

Para siempre.

11 MINUTES  [BNIOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora