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Se removió en la cama sintiendo un par de brazos rodearlo por la cintura, giró hasta quedar frente a él, lo miró dormir tan tranquilo, acarició sus cejas, el puente de su nariz, sus pómulos, sus labios, delineó cada facción como si deseara recordarlo para siempre, tatuarse su rostro en su memoria.
— ¿Qué haces? —preguntó con la voz ronca— Me haces cosquillas.
Sonrió aún con los ojos cerrados, dándole besos a los dedos de Jinyoung que se quedaron inmóviles sobre sus labios, presionándolos ligeramente.
— Dibujando señor Im —contestó soltando una risita juguetona.
— ¿Huh? ¿Qué tan buen dibujante es artista Park? —preguntó mirándolo curioso
— Tengo una obra maestra frente a mí, la más hermosa de todas.
— ¿De verdad? Pero, señor Park, creo que se ha equivocado, esa pieza tan hermosa es mía —dijo Jaebeom orgulloso, apretándolo y escondiendo su rostro en su cuello— Esa obra tan valiosa se ha casado conmigo.
Se impulsó para quedar sobre Jinyoung, los brazos a cada lado de su cabeza, mirándose fijamente, con tanto amor. Bajó un poco rozando sus labios.
— Te amo Jinyoungie —susurró antes de tomarlo en un profundo e intenso beso.
Ambos se abrazaron como pudieron, estando lo más cerca posible el uno del otro, tan necesitados de amor, de pasión.
Jinyoung se levantó de golpe agitado, había soñado de nuevo con Jaebeom de nuevo. Un sueño tan cruel y doloroso, porque se había sentido tan real y anheló estar a su lado de nuevo, como las tantas veces que lo había estado.
Pero la vida era una perra, le arrebató al amor de su vida en un momento, sólo eso bastó para que su mundo se desmoronase. Se acostó de nuevo, abrazando la almohada que aún conservaba el perfume de su esposo.
Las lágrimas no tardaron en humedecer su rostro, los sollozos eran acallados por la tela, se hizo bolita en medio de la gran cama, no quería seguir, no sin él.
Un par de horas después y con los ojos hinchados se levantó y fue directo al baño, se lavó el rostro y se miró en el espejo, su reflejo mostraba una parte de cómo se sentía realmente, estaba destrozado y el ver cada objeto perteneciente a Jaebeom lo hacía todo más difícil.
Odiaba esa casa por recordarle la felicidad que le había sido arrebatada, odiaba cada cosa ahí que alguna vez lo hizo sentir bien, odiaba al conductor por haber causado aquél fatídico accidente, odiaba a los doctores que no hicieron nada aunque muy en el fondo sabía que no había nada más que hacer, a todo aquel que le dio el pésame por no hacer nada, odiaba a Jaebeom por haberse ido, por dejarlo pero más se odiaba a él mismo por culpar a Jaebeom, por no poder aceptarlo y dejarlo descansar en paz, por ser tan estúpido.
Y no era justo para nadie.
Cada rincón estaba lleno de recuerdos, de risas y suspiros, estaba sofocándose con todo lo sucedido, ¿acaso nadie se daba cuenta de eso? Su alma se moría cada minuto que pasaba.
— Te extraño —susurró con la voz ahogada.
Se alistó y partió al consultorio de su terapeuta.
Su hermana lo cuidó durante los primeros dos meses, sin embargo, no hubo mejora alguna, él se mantenía aislado de todos, dejó de trabajar, cortó la comunicación con todo ser querido y conocido, por un tiempo habían creído que también había muerto, aunque así era como se sentía.
Su madre le dio un ultimátum, debía asistir a terapia porque según ella estaba sumido en depresión y necesitaba hablar, claramente el sólo escuchó e ignoró hasta que amenazó con deshacerse de todas las pertenencias de Jaebeom que estaban en su hogar, aquello lo puso histérico y accedió de mala gana.
Llegaba y trataba de hablarle a la mujer, pero cuando la conversación iniciaba él se ausentaba, su mirada se fijaba en un solo lado y simplemente se perdía durante la sesión, había sido redirigido a un psiquiatra para que pudieran recetarle antidepresivos, pero quisieron darle un poco más de tiempo antes de hacerlo, todos temían que pudiera suicidarse.
— ¿Haz hecho algo nuevo? —preguntó suave la mujer.
— No, sólo lo usual, alimentar a los gatos, limpiar.
— ¿Y no te gustaría salir a dar un paseo? —preguntó mientras seguía la mirada de él, se perdía a lo lejos a través de la ventana.
— Ya lo hago —contestó sonando como un robot, monótono y neutral.
— ¿De verdad? —preguntó emocionada— ¿Qué lugares visitas?
— La visito a usted.
La terapeuta dejó caer los hombros con pesadez, no lograba animarlo ni despertar algo en él, ni una sola emoción, era como si las reprimiera o hubiera olvidado cómo sentir.
Al finalizar la sesión se despidieron y Jinyoung salió rumbo a casa, tomó el camino usual, sin gente que le estorbara, o eso creyó hasta que se topó con un hombre parado en medio de la acera, pero no le prestó demasiada atención.
— Esa sombra tuya es demasiado pesada —mencionó cuando estuvo a su lado. Jinyoung sólo asintió y siguió caminando.
— Tu amante muerto no estaría feliz —cuando hubo dicho aquello se detuvo y se giró para mirarlo, sintió cada fibra de su ser hervir de ira.
— ¿Qué fue lo que dijo?
— Pequeño niño, yo podría ayudarte.
— No necesito su ayuda, con permiso —dijo brusco.
Quiso avanzar, pero frente a él estaba ese hombre.
Vestía ropas prolijamente acomodadas, lucía bastante elegante en ese traje de color negro, el gorro negro le daba un aire un poco misterioso y pretencioso.
—¿Cómo carajos...? —dijo sin poder terminar su pregunta.
— Ya, deja de preguntar trivialidades, ¿quieres o no recuperar a tu amante?
— ¿Cómo es que sabe eso?
— Niño, he dicho que dejes de hacer preguntas tontas, sólo respóndeme —dijo el hombre mientras se sentaba sobre los escalones que se encontraban cerca de un edificio.
— Por supuesto que sí —dijo rápidamente.
— De acuerdo, estiró su brazo y levantó su manga dejando ver un reloj algo anticuado— Tu amante murió hace 11 meses, así que te daré un minuto por cada mes pasado.
— ¿A qué se refiere?
— Tendrás 11 minutos para poder hacer un cambio y evitar su muerte.
— ¿Cómo diablos se supone que haré eso y en tan poco tiempo?
— Avecilla, el tiempo es un privilegio, este reloj te ayudará, tu elegirás la hora de ese mismo día o del anterior, o del momento que tu quieras, pero sólo tienes 11 minutos, luego de ello se continuará con la línea espacio-tiempo —explicó— Sin embargo, si no eras capaz de lograrlo verás de nuevo cómo muere tu amante.
Jinyoung tragó duro y lo miró escéptico.
— ¿Por qué debería creerle? —preguntó desconfiado.
— Yo no dije eso, pero estoy ofreciéndote una oportunidad por la que muchos morirían —se rió pero inmediatamente se aclaró la garganta— Sin intención de ofender.
Se quitó el reloj y extendió su mano ofreciéndoselo.
— ¿Estás dispuesto a hacerlo?
Jinyoung dudó un momento, seguramente era un loco tratando de venderle aquella baratija, aunque el precio no fue establecido. Tomó el reloj.
Por Jaebeom. Se dijo.
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11 MINUTES [BNIOR]
ContoTodo duelo lleva sus etapas, Jinyoung aprenderá cada una de ellas en 11 minutos . De la forma más dolorosa posible. - Maldita sea! Otra vez no, por favor -sollozó viéndolo desaparecer entre sus brazos. NO copias. NO adaptaciones. Inicio. 12/12/2020 ...