Capítulo 4

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Aden aparcó el coche fuera del hotel donde se hospedaba Charnizde. Faltaban cinco minutos para las ocho, pero él no solía llegar impuntual a ningún lado así que bajó para entrar al hotel tras darle las llaves al ballet parking. No pensaba tardar mucho arriba ya que suponía que ella estaría lista.

Tras saludar al joven en recepción subió por el levador. No necesitaba preguntar donde se hospedaba ella, porque había visitado frecuentemente el hotel desde hacía un mes que ella estaba ahí. La verdad es que no había pensado mucho en ella desde que la había visto por última vez. No es que ella no le hubiese contactado, sino que él no quería tener un reproche, disfrazado de charla, por parte de ella por lo que había sucedido en su último encuentro.

Se le había salido mencionar lo de los ojos azules, pero no porque se quejase de los ojos ambarinos de ella, sino porque mientras había cerrado los ojos, realmente había pensado, más que eso, había sentido, que era Anhice la que estaba debajo de él. Su decepción había sido tan grande cuando había abierto los ojos que no pudo más que acelerar el momento de retirarse de ella e irse de esa habitación.

Se detuvo un momento frente a la puerta de la habitación de Charnyzde. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo iba a reaccionar ella después de aquello? Se sentía un poco avergonzado de haberle llamado para ordenarle salir con él después de haberla lastimado de aquella manera. Él lo había visto en sus ojos, aunque ella trató de disimularlo rápidamente, Aden había alcanzado a identificar el dolor en ellos. Realmente no estaba en ese momento en ese hotel para hablar con ella. Sus planes eran simples, llevarla a cenar a un lujoso restaurante y después llevarla de regreso al hotel para tener relaciones sexuales. Aunque en ese momento se replanteó lo de las relaciones sexuales, tal vez debiese darle solamente una cena y luego llevarla de regreso a su hotel y dejar que subiera sola, así podría compensarla un poco. Lo mejor sería que se fuera de ahí y luego la llamara.

Finalmente se decidió a tocar la puerta con suavidad. Pasados unos minutos, en los que Aden comenzó a impacientarse, Charnyzde abrió la puerta de la habitación. Lo miró de arriba abajo y luego detuvo su mirada ambarina en la de él.

—¿Se puede saber qué demonios haces vestida así?

Charnyzde se cruzó de brazos recargándose en el marco de la puerta, sin invitarle a entrar. Tenía puestos unos pantalones de seda cortos en color rojo y una blusa de tirantes blanca, sin sujetador. La curvatura de sus senos era bastante remarcada con sus brazos en esa posición.

—No pienso salir a cenar contigo, Aden.

Él se la quedó mirando, pidiéndole con la mirada que se explicara. Estaba perdiendo la paciencia y verla con esa poca ropa hacía que comenzara a excitarse. Charnyzde se mantuvo en silencio, ambos mirándose fijamente. Ninguno hablaba, pero no necesitaban hacerlo. Aden sabía que ella tenía un carácter fuerte, aunque nunca lo había experimentado de primera mano.

—La reservación se perderá—dijo al fin, sintiendo que debía romper ese silencio y esa extraña conexión.

—Creo que puedes perfectamente ir a cenar solo, ya eres mayor y no necesitas compañía. —Ella le sonrió de manera cínica—Además, no estoy vestida y no tengo ánimo para salir ahora mismo.

Aden se cruzó de brazos, mirándola con el ceño fruncido—Déjate de tonterías y ve a cambiarte. No te llevará más de diez minutos.

La hizo a un lado suavemente con un codo y entró en la habitación. Estaba exactamente igual a la última vez, a excepción de un arreglo floral en la pequeña mesita que adornaba la sala de la habitación. La escuchó cerrar la puerta antes de girarse y encararla.

—No puedes hacer lo que se te dé la gana, no en mi habitación y, claramente, no ordenándome cosas. He dicho que no tengo ánimo de salir a ningún lado y es verdad, así que quiero que te vayas ahora mismo.

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