Octavo

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La princesa Lang Shang se había negado a ser entregada Ying Kong Shi, aquel traidor que resultó ser hijo de un tirano, ella lo odiaba. Pero al final la arrastraron lejos de su abuela y la lanzaron al palacio del Hielo, Yuan Ji y Lian Ji la vieron con diversión, ella intento mantenerse digna pero en aquel palacio nada era como antaño.

Ella había llorado mucho cuando la encerraron en una habitación, e intento alegarse cuando Shi entró, el lucía diferente, más adulto, más amenazante y ella no quería nada con él, al único que amaba era a Ka Suo.

A él no le importó sus súplicas, la arrojó sobre la cama y la violó mientras ella gritaba y gritaba, había querido morir después de eso, pero no lo permitirían.

Ese día una nueva concubina sería elegida y Lang Shang no quería que la mujer sufriera lo que ella.

- ¿Qué haces aquí, Lang Shang? ¿Quién te dejo entrar?- Le pregunto Shi con clara molestia, sus ojos dorados iluminandose con amenaza, ella puso su cara valiente.

- No permitiré que le hagas a ella lo que me hiciste a mi- Lang Shang observó a la mujer, era hermosa sin dudad pero parecía ligeramente familiar.

- Su majestad no me hará nada que yo no quiera- Aseguró con voz suave la mujer, sonriéndole - Mi nombre es Yang Zi, debes ser la princesa sirena, eres tan hermosa como dicen- Una extraña calidez se instaló en el corazón de Lang Shang al ser reconocida como una princesa y no como un simple objeto.- No se preocupe por mi, majestad, estoy dispuesta a darle placer al príncipe, para estoy aquí. He sido entrenada para ello.

- Pero...

- Ya oíste a la dama, Lang Shang, vete de aquí o llegare a pensar que lo que realmente sientes es celos y no una retorcida simpatia- Ella lo odiaba, lo odiaba con fuerza, con furia se fue de la habitación, sintiéndose inútil por no haber hecho nada por salvar a Yang Zi, aunque está no parecía estar realmente incómoda.

- Que linda- Murmuró Yan Da cuando ambos estuvieron solos.

- No la toque, solo fue un pequeño truco mental- Aseguró Shi, y ella enarco una ceja.

- Yo no dije nada.

Después de cinco años de constantes conversaciones en sueños, ahora que estaban de pie uno frente al otro no sabían que decirse realmente. Estuvieron allí de pie uno frente al otro sin saber que hacer o decir.

- Tu ilusión es realmente buena- Terminó por decir Shi caminando hasta el pequeño bar y servir un poco de vino.

- Gracias- Contestó ante el cumplido y la copa ofrecida.- Luces muy diferente, Shi, incluso al de mis sueños.

- Soy el mismo.

- Aún así, eres diferente.

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Había una especie de arte en la tortura, y Fénix se consideraba un artista. Siendo el más leal súbdito de Yuan Ji buscaba con esmero ser reconocido por su valor y que el rey le diera un alto cargo junto a él.

Fénix, no entendía, que Yuan Ji lo prefería como un perro de caza, antes que como un consejero, no había nada más leal que un perro.

Fénix sonrió al ver el terror absoluto en el rostro de aquella mujer, reconocía las plumas por los chismes, sabían bien quién era y a que venía.

— Se lo suplico, señor, no nos haga daño, las cosas que dije no las pienso en verdad— Aquella que ahora se aferraba a la ropa de Fénix un día antes había estado gritando con orgullo y altanería en medio de una multitud sobre cómo Yuan Ji era un usurpador y que pronto el legítimo rey, Ka Suo, regresaría para salvarlos a todos.

A Song of Ice and Fire [Yan Da x Ying Kong Shi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora