XVI: Where is the sun?

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No podía dormir. Incluso si el cuerpo a su lado parecía haber recuperado el sueño al fin, él lo perdió. No, Shouto no recuperó el sueño, recordó. Esa tranquilidad no era más que el efecto de los narcóticos a los que volvió a recurrir; aumentado las dosis, ignorándolo cuando le decía que con solo una, o la mitad, era suficiente. De todas formas, el bicolor no le escuchaba.

No había nada que pudiese hacer o decir para que su novio lo escuchara.

La nieve había dejado de caer y el invierno dio paso a la primavera, las noches seguían siendo frías, los días cálidos y la naturaleza volvía poco a poco a revivir. Con la imagen de los árboles recuperando sus sombreros y vestidos verdosos, aquellos que incluso podía ver en la oscuridad de la noche, Katsuki recordó que en la próxima primavera, aquella de su cumpleaños número veintiséis, se casaría. Si todo marchaba bien, si el piso bajo a sus pies continuaba sosteniéndolos, se casaría con Shouto.

Pero el piso que sostenía su relación se volvió endeble. Fue, por mucho tiempo, firme y pareció en algún momento indestructible, eterno como la promesa de encontrarse y amarse que los acompañaba desde su vida pasada. Ahora no era más que un puente de cristal en el cual temían andar. Las grietas en él crecían cada día más; se hacían profundas, irreparables, y el camino de regreso ya no existía; se rompió y los escombros cayeron a aquel acantilado que se volvía cada día más real.

Tal vez el único consuelo que podía obtener en ese momento era que si él caía, Shouto también lo haría, pero estaba seguro de que no les esperaba el mismo vacío. Si caían, si lo hacían, no habría forma de volver atrás, ni siquiera los más bellos recuerdos podrían ayudarlos. Simplemente... tendrían que abrirse paso a la superficie cada cual por su lado.

El insomnio había cambiado de recipiente y se instaló en él. Echó las sábanas a un lado y salió de la cama; miró la figura durmiendo al otro lado, aquella que le daba la espalda. No había abrazos, ni besos, ni intimidad. Shouto ya no hablaba dormido, no recordaba su vida pasada durante la inconciencia para después olvidar todo al despertar. Extraña escuchar su balbuceo, extraña esas palabras de amor y la estabilidad que perdieron. Extraña a su novio de hace casi un año atrás y también se extraña a sí mismo. La persona que fue antes, la estabilidad que poseyó, la seguridad, la confianza, todo, todo se había perdido. Incluso él mismo.

No tenía ganas de salir de la habitación. No podía dormir, pero no quería escapar de esas cuatro paredes como Shouto lo hacía.

Se quedó, caminó hacia al balcón con la idea, la esperanza, de que el bicolor despertara por la ausencia a su lado y le buscara, persiguiera su sombra, su presencia y lo abrazara por la espalda igual como lo hacía cuando estaban en UA, cuando se mudaron a aquel apartamento, cuando regresó del viaje, cuando decidieron comprometerse, cuando soñaron despiertos con el futuro que estaban pronto por tocar. Pero Shouto no despertó y él, por alguna razón, no se asomó al balcón.

Se acercó al armario. Con la luz apagada, iluminando sus movimientos con solo la presencia de la luna que entraba desde las ventanas, se sentó en el piso alfombrado. Abrió las puertas del ropero y sacó aquella caja que de vez en cuando le gustaba revisar. Hacía más de un año que no volvía a visitar cada uno de los recuerdos ahí guardados; objetos viejos que junto a su pareja guardó cuando los años de adolescencia se marcharon completamente.

Abrió la caja y la melancolía lo golpeó. Lo primero que tomó y observó con cierta dificultad entre la oscuridad, era el llavero del antiguo director de UA que durante el festival cultural de su segundo año regaló a Shouto. Resopló al ver el pequeño muñeco; seguía siendo adorable y le hizo recordar que Nezu ya llevaba unos años retirado.

Había muchas fotos guardadas. Muchas de sus amigos, muchas polaroids que Shouto tomó de él durante alguna cita. Pequeños regalos que se dieron el uno al otro durante esos siete años.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora