La falta de ánimo era evidente en el rubio. Cada uno de sus compañeros de trabajo podían notarlo fácilmente, incluso los civiles con los cuales se topó durante el patrullaje de aquella mañana. Sin embargo, nadie preguntó.
Querían, Katsuki sabía que querían hacer una y mil preguntas, pero se sentían demasiado atemorizados de su persona y actitud como para atreverse. Así era mejor, pensó, no quería que nadie se metiese en sus jodidos asuntos. Además, el mismo intentaba olvidar el tema, no quería que alguien le recordara el corazón roto que cargaba una vez más por propia elección, era suficiente con lamentarse cada vez que escuchaba en un teléfono ajeno el timbre que alguna vez poseyó el suyo antes de destruirlo, informando sobre un mensaje o una llamada entrante de Shouto, o cuando creía escuchar su voz en medio del bullicio, caminando por las zonas de la ciudad que tan bien conocía; creyendo que veía su cabello bicolor entre la multitud y que este le sonreía de la misma forma en que lo hacía antes de que todo se fuese al demonio. Ofreciéndole su mano para que la tomara y el gustoso de hacerlo. Entonces, recordaba que no era real, que era parte del pasado y que él mismo decidió alejarse.
Era lo mejor, para él, para Shouto, para ambos... Dolía, mierda, el dolor era tan jodidamente insoportable, pero intentaba no pensar en ello. Simplemente, dejaba el tiempo pasar incluso si los días se volvían grises, iguales al anterior y anterior. La misma rutina, las mismas mañanas y noches, moviéndose y viviendo por mera inercia, esperando algo que no sabía qué era; tal vez un mensaje, tal vez despertar de esa pesadilla, tal vez ver su rostro otra vez...
Pero lo hizo, recordó. Días atrás vio el rostro de Shouto una vez más, pero el bicolor no lo vio a él.
Hace un par de días, Shouto se había presentado en la casa de sus padres. Masaru le abrió la puerta y platicó con él en la entrada, sin darle una respuesta si es que Katsuki estaba o no en el hogar. Lo estaba, oculto en la cocina del hogar, completamente en silencio mientras escuchaba el intercambio de palabras entre su padre y su ex novio.
Masaru siempre fue amable, no echó al bicolor de su hogar como cualquier otro lo hubiese hecho tras saber que su hijo sollozó por aquel hombre durante casi tres semanas. De todas formas, no lo culpaba por su actitud tan pasiva ante su ex prometido, y tampoco deseaba que sus padres actuaran a la defensiva con Shouto. Mierda, ¡lo adoraban más que a su propio hijo! Su ruptura también fue difícil y dolorosa para ellos, estaban tan acostumbrados al hombre de iris desiguales, a su presencia, su carácter, la forma en que hacía sentir al rubio y el cómo tan fácilmente se acopló a la familia como si ese siempre hubiese sido su lugar.
De todas formas, Masaru no lo dejó entrar. Habló con Shouto en la puerta, le cuestionó sobre qué había sucedido entre él y su hijo. El bicolor masculló que todo fue su culpa, que dejó que sus problemas afectaran a la relación y que simplemente Katsuki se cansó. Aun así, quería intentar arreglar todo entre ellos y preguntó si es que el rubio se encontraba en casa.
—No está casa —mintió Masaru—. De todas formas, Shouto, ¿has solucionado esos... problemas que mencionas?
El bicolor desvió la mirada, sintiéndose avergonzado, como un niño que acababa de ser descubierto después de no hacer su tarea.
—Realmente... No. Aún no los soluciono...
—Deberías —aconsejó, el bicolor mantuvo la mirada lejos.
—Lo sé, pero... No he encontrado el momento ideal para ello...
Masaru suspiró y le sonrió con cariño y cuidado.
—No creo que exista un momento ideal, Shouto, siempre es buen momento. —Miró de reojo hacia la cocina, y con la mirada volviendo lentamente a posarse sobre el joven frente a él, agregó—: No lo hagas por Katsuki, hazlo por ti.
ESTÁS LEYENDO
Why are you so angry? [©]
Fanfiction¿Por qué siempre estaba tan enojado?, ¿por qué parecía que nació con el ceño fruncido? Bueno, ¿cómo no estarlo? Cuando eres una de las pocas personas que mantiene sus recuerdos de su vida anterior, es difícil no estar enojado todo el tiempo si debes...