Capítulo 8.

308 15 2
                                    

Los rayos de la luz del sol se colaban por mi ventana, calándome en los ojos. Abrí los ojos y los cerré un par de veces hasta que me acostumbré a la molestosa luz que se colaba por la persiana. Miré a mi lado derecho encontrándome a _____ solamente envuelta con una sábana, durmiendo placidamente como un bebé. Se veía tan tierna, incluso parecía un lindo ángel. Una sonrisa instantánea se formó entre mis mejillas al recordar lo de anoche.

Y vaya noche, habríamos llegado a mi departamento para mirar películas—cabe destacar que no miramos las películas—, entre una y otra nuestros besos fueron subiendo de tono hasta que las prendas dejaron de ser parte del juego y nuestros cuerpos se hicieron uno solo.

La atraje más a mí, pude escucharla gruñir, odia despertarse temprano, no cabe duda que sigue siendo la misma. Le rodeé la cintura con el otro brazo abrazándola, su cabeza reposaba en mi pecho como si fuese almohada, acaricié su castaño cabello suavemente mientras veía al blanco techo pensativo. ¿Cómo es que pasó de ser una desconocida que simplemente se mudaba a la casa de al lado a ser la razón por la que mi corazón latía día a día? Nuestra historia comenzaba sin nada en especial. No como esas historias donde una chica choca con un chico, se enamoran y tienen hijos. Nuestra historia—que apenas comenzaba a escribirse— era diferente, ella entró a mi vida tan fácilmente, de una forma que yo hubiese podido dejarla marchar con la misma facilidad. Pero no, toda ella se robó mi absoluta atención, mi corazón. Se apoderó de mi mente de la misma forma que un cazador se apodera de su presa y la coloca en algún lugar visible como su trofeo. Ella era mi tesoro, mi trofeo no. Ella, dios, ni siquiera puedo encontrar palabras para describir lo importante que es para mí.

Su voz ronca y suave me sacó de mis pensamientos, ______ me estaba moviendo de un lado a otro para que le prestase atención. Centré mi mirada en ella; estaba sonriendo, le sonreí de vuelta.

-Michael-me llamó acariciando suavemente mi mejilla con su dedo pulgar.

-¿Si, linda?-dije mirándola, mi sonrisa era incapaz de borrarse, mucho menos con ella a enfrente mío.

-Déjame ducharme-dijo ____ haciendo un puchero. Sonreí acariciando ahora su cabello sin despegar mi mirada de sus ojos cafés. La imité.

-Creí que dirías que me amas-le dije fingiendo estar triste, ella rió. Había extrañado su risa durante estos años. -Sabes que lo hago.

-Me gusta que me lo recuerdes-confesé sintiendo mis mejillas teñirse de rojo. Volvió a reírse.

-Michael Clifford, no has cambiado nada. Sigues siendo un tomate-comentó jugueteando con mi cabello. Hundí mi cabeza en el hueco de su cuello absorbiendo su aroma. Olía a vainilla.

-Tampoco has cambiado ____ Karadacche, en nada-dije sonriendo a pesar de que ella no me estuviese viendo. Dejé besos en su cuello.

Ella rió.

-Me iré a duchar-besó mi cabello y se levantó de la cama aún envuelta en las sábanas. Entró al cuarto del baño, en seguida el agua cayendo de la ducha comenzó a escucharse. Me senté en el borde de la cama, tomé mis bóxers—que se encontraban en el suelo— y me los puse. Me levanté, caminé por el pasillo hasta llegar a la cocina donde comencé a hacer omelettes.

(***)

Tiempo después sentí unos brazos delicados y pequeños estrecharme desde la espalda; una sonrisa involuntaria se formó en mi rostro. Me giré para así mirarla mejor; llevaba unos jeans rotos color negro junto con unas converse completamente negras y mi camiseta de Metallica—la cual le llegaba hasta los muslos y le quedaba holgada— sonreí para mis adentros.

-Estás hermosa-le halagué, pude notar cómo sus mejillas comenzaban a teñirse de rojo por lo que me incliné hacia su dirección y le besé la frente colocando un mechón casi completamente castaño detrás de su oreja.

Regrets. |Michael Clifford|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora