CAPÍTULO 1. RECORDAR ES VOLVER A VIVIR

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Mis ojos se abren a la par, inmediatamente. Pesan tanto como dos costales de rocas. Me encuentro boca abajo en mi cama. Me voy levantando de poco en poco, para terminar sentada en medio de ésta.

Demonios. Tuve ese sueño de nuevo, que se repite constantemente desde que tengo uso de razón. No lo puedo evitar. No desaparece aunque lo intente. Me toco el pecho. Puedo notar que mi corazón late muy rápido, debido al miedo. Me toco la cabeza y la frente, en un intento por olvidar lo que acabo de pasar.

Después de reflexionar mirando a la pared por un buen rato, me siento a la orilla de la cama y me coloco un par de sandalias rosadas. Me doy la vuelta, para asear la cama. Quizás a muchos les parezca una tarea tediosa (entre ellos, a mi hermana), pero a mí me relaja bastante.

Camino hacia el tocador. Me observo en el espejo, aún con los ojos cansados. Dios Santo, Amy. Tus ojos lucen pequeños y un par de ojeras moradas bien definidas, están debajo de ellos. De ahí doy paso para el baño. Se trata de un baño propio que tengo, donde me veo en el espejo nuevamente. Rayos. Parezco un zombie.

Abro el grifo y coloco mis palmas unidas, formando un hueco. El agua cae sobre mis manos hasta llenarse y eventualmente, la echo sobre mi rostro. Lo hago por segunda ocasión. El preciado líquido escurre por mi cuello y moja un poco mi playera de tirantes rosada. Termino de despertar.

Me regreso a mi tocador. Suelto mi cabello (que estaba amarrado en una desordenada cola de caballo), lo divido a la mitad con un peine y lo coloco a los lados de mis hombros. Está muy alborotado, pero nada que un buen cepillado lo cure.

Deslizo el cepillo por el largo de mi cabello castaño. Por suerte, no suelo tener tanta dificultad a la hora de cepillarme. Me peino en dos trenzas a mis lados. Después de contemplar mi acabado en el espejo, recuerdo que el día de hoy tengo una cita con la Doctora Kleitman. Ella puede saber lo que me acaba de suceder.

Camino hacia la puerta de mi cuarto. Presiono los botones para abrir la puerta. La tecnología ahora es muy práctica. Cuando salgo de la habitación, recorro los pasillos de la casa. Atravieso los cuartos de mis hermanos y de mis padres. Una luz verde se ve a la distancia. Se trata del medidor de gravedad, que se encuentra en funcionamiento.

Justo en ese momento me llega el aroma de un delicioso desayuno que debe estar preparando mi mamá en la cocina. Bajo por las escaleras, que dirigen a la sala y a la cocina, eventualmente. Camino hacia ella, para encontrarme con un habitual escenario.

Mi padre está sentado en la mesa, leyendo en su tableta. Se encuentra vestido y listo para ir al trabajo. Junto a él se encuentra Gerard, mi hermano menor, quien se encuentra jugando con una nave de juguete y un par de muñecos de acción. Realiza un sonido con su boca, simulando los motores del cohete. Mamá está en la estufa, preparando unos alimentos.

- ¡Buenos días, hija! Me alegra que hayas despertado -. Dice mi madre, mientras utiliza una espátula.

- Amy, ven a jugar conmigo... -. Me dice Gerard, desde su asiento.

En ese momento, tomé uno de los astronautas de mi hermano y comencé a moverlo por el aire.

- ¡Entonces el malvado Doctor Evilster se preparó para una lucha contra el fabuloso SpaceMan en su nave voladora! Pium, pium, pium... -.

- ¡No mientras yo pueda evitarlo! ¡SpaceMan salvará el día! -. Dice Gerard, mientras levanta su juguete.

Comenzamos a jugar sobre la mesa, como si de niños se trataran (es obvio, Gerard tiene tan solo 7 años y yo le gano con casi... 14 años). Por un momento, todo se me olvida. Esos instantes con mi hermanito son únicos. Sin embargo, mamá nos llama la atención:

ENAMORADA DE UN IMPOSTOR: UNA HISTORIA DE AMONG USDonde viven las historias. Descúbrelo ahora