Prologo

12.7K 834 215
                                    



30 de julio del 2002 


La mañana en Santorini era preciosa. En esa época del año el sol estaba en lo alto y el calor no era tan agobiante como en su ciudad de New York.

Se merecía esas dichosas vacaciones. Había tenido unos meses espantosos y lo único que mantenía su cordura, era la bebé que crecía en su vientre. Sonrió mientras acariciaba su vientre, esa niña sería la luz de su caótica vida, llegaba en el momento ideal.

Caminando por la escalinata, pensó en el año que había tenido, sin dudas uno para el olvido. Jonh, su ex, había desaparecido apenas se enteró que estaba embarazada. Tres años en pareja, tirados por la borda gracias a su poca falta de compromiso y su irresponsabilidad.

Daba gracias al cielo que sus padres se apiadaron de ella, y le dieron un puesto de trabajo que podía ejercer desde su hogar. Entonces, se dio cuenta que podía solventar todos sus gastos y los gustos que necesitaría ella y su bebé. Sola, no necesitaba de ese hombre malagradecido que solo quería dejarla en su caja donde él era el omnipotente.

Cuando vio que en su cuenta sobraba una buena cantidad gracias a los ahorros, decidió ir a la isla del encanto.

Unos días le vendrían bien, después de todo, no podía estar mucho tiempo lejos de su país y su familia, por el inminente nacimiento de su hija que ya estaba en el séptimo mes de gestación.

Traía un vestido largo y floreado en tonos azules y celestes. Su cabello negro estaba cubierto con el sombrero blanco qué usaba para cuidarse del sol, al igual qué sus ojos castaños se ocultaban detrás de unas gafas.

Las sandalias eran las que había comprado en la tienda de recuerdos, las clásicas con tiras a los costados, como esos personajes de las leyendas.

No estaba tan poblada esa parte, para ser una zona turística. De hecho, estaba solo ella y su enorme barriga, y a varios metros se podía divisar unos turistas tomándose fotos. Esa sensación le dio tranquilidad.

Aprovecho el sol, el sonido y el aroma del mar, y después de unos meses lapidarios, se permitió sonreír feliz mientras acariciaba el hogar de su hija.

El sonido de una ola rompiendo contra las rocas debajo de las escalinatas llamó su atención. Cuando veía detenidamente, entre las olas podía ver algo, pero no divisaba bien qué.

Tomó el ruedo de su vestido y trató de bajar por la zona rocosa. Viendo fijamente el mismo punto, vislumbro lo que creía que podía ser cabello rubio.

¡Había alguien ahogándose!

Se dio cuenta que lo que frenaba las olas no eran las rocas, sino, una cabeza que estaba tapada de su vista por el resto de las piedras. Una persona normalmente coherente, habría llamado a la policía, a los bomberos, incluso a los turistas que estaban apartados a varios metros. Pero la persona que estaba detrás de esa roca necesitaba ayuda de inmediato, lo que no pensó mucho para ir directo hasta el lugar.

Bajó casi tres metros en rocas, la escalinata estaba bastante lejos y no podía ver a nadie. Cuando llegó al punto donde estaba esa persona tendida, no encontró nada.

Lo bueno era que no había nadie en peligro, lo malo era que tenía que dar toda la vuelta para volver a subir a la escalinata de cemento.

Se volvió para empezar su camino. Un ave, que ella creyó que era un águila, graznó sobre su cabeza y cuando se dio cuenta de la enorme ola que estaba por impactar contra ella, ya era muy tarde.

Una deuda con Zeus (+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora