El ruso, más bien conocido como Viktor Volkov, se había mudado a Los Santos hace unos meses, justo antes de empezar las clases. Había estado estudiando el idioma durante un buen tiempo pero seguía sin entender algunas cosas o a veces no sabía como formular bien las frases. Intentaba tener buenas notas en el colegio pero había cosas que no podía comprender del todo.
Al principio, trató de hacer amigos pero no tenían paciencia o les parecía gracioso que no supiese hablar bien, así que algunos empezaron a excluirlo y a burlarse de él. Eso generó que su actitud cambiara drásticamente. Se volvió alguien frio y nunca mostraba sus sentimientos, aunque por dentro temía de que los demás le hiciesen daño y solo quería a alguien con quién hablar.
Un día, mientras comía en una esquina de un pasillo, vio al conserje pasar al frente suyo. Greco miró de reojo y se paró.
—Oye, sabes que hay un comedor, ¿no? —El joven asintió tragando la comida. —Entonces ¿por qué no comes ahí? —Se apoyó en el trapeador mientras veía atentamente al chico pálido.
—Mmm... no me gusta, no cómodo para mí.
—Oh, así que tú eres el chico nuevo y ruso. —Viktor se sonrojó de la vergüenza y miró hacia otro lado. —Oh no no no, ¡no lo digo a malas! Solo me parece curioso, ¿sabes? He conocido a muchas personas pero nunca a un ruso.— Trató de tranquilizarlo con sus palabras.
El ruso se relajó un poco pero seguía avergonzado. Soltó un suspiro.
—¿Necesita algo? —Arrastraba las palabras dejando notar su acento.
—¡Oh! Pues... la verdad es que no, solo tenía curiosidad. —Se generó un silencio algo incómodo, el conserje parecía estar pensando hasta que miró al muchacho. —Hay un lugar que capaz podría gustarte, ¿qué dices?
Volkov lo vio dudando, ¿Debería confiar en un señor con mucha barba que le ofrecía un lugar que, según él, le gustaría? Al final aceptó la propuesta, no tenía nada que perder.
—Por cierto, soy Greco. —Estrechó su mano.
—Viktor Volkov —Le respondió de forma fría sin querer.
Caminaron por los pasillos hasta que llegaron a una escalera que iba hacia arriba. Nunca había estado por esa parte del edificio pero le causaba curiosidad.
—No viene nadie a la azotea así que pensé que aquí estarías más tranquilo. —Abrió la puerta y vio que la maleza abundaba en ese lugar. Las bancas eran prácticamente verdes y ni siquiera se veían los jardines. —Aunque creo que primero deberíamos limpiarlo. —Greco se rió nervioso. El joven asintió estando de acuerdo con lo que decía.
Y así pasaron dos meses en donde Volkov y Greco limpiaron la azotea lo mejor posible, y entablaron una amistad.
A Viktor le encantaba pasar los recesos ahí, mirar el cielo y leer algunas cosas. A veces veía los jardines y quería plantar unas lindas flores, pero algo lo impedía.
Aunque toda su nube de felicidad y tranquilidad se esfumo con una sola llamada.
—Hay un problema, volveremos a Rusia lo antes posible.
Al volver a su hogar, fue recibido por una noticia que le sorprendió. Había muerto su abuelo.
Aunque le impactó aquel suceso, no sentía pena. Vio como su madre lloraba desconsolada pero el no podía llorar ¿Será que no tenía sentimientos?¿Debería llorar por él? Él no era muy cercano a su abuelo y siempre que lo veía, el anciano criticaba cada parte de su persona, hasta el más minimo detalle.
Sintiéndose triste por no poder reaccionar como los demás ante esa noticia, fue a hacer las maletas.
Se quedaron en Rusia durante dos meses debido a temas de herencia y problemas familiares. Viktor tuvo que seguir con el colegio a larga distancia, por lo que fue aún más complicado.
Cuando los problemas en Rusia se habían resuelto, volvieron a Los Santos.
Luego de una semana de estrés debido a la mudanza, Viktor regresó al colegio. Él estaba entusiasmado, no por volver a ver a sus compañeros, sino que podría volver a estar en su lugar seguro y cómodo.
Antes de subir a la azotea fue a ver al conserje Greco para saber como estaba y pedirle la llave.
—¡Priviet! —saludó emocionado al conserje y al único que consideraba su amigo.
—¡Oh, hola Volkov! —Se acercó al ruso. — Vaya, hasta has crecido. —El muchacho lo miraba avergonzado pero a la vez feliz.
Luego de estar unos minutos explicándole sobre lo que había ocurrido en pocas palabras, Viktor sacó el tema de la azotea.
—¡Cierto! Pues no tengo la llave así que la puerta está abierta.
—¿Por qué? —Preguntó el ruso confundido.
—Digamos que han cambiado algunas cosas, pero para bien. Ve a descubrirlo tú mismo.
Viktor lo miró extrañado, ¿Qué las cosas habían cambiado? ¿Qué significaba eso? Se despidió del señor con barba y se dirigió a la azotea.
Cuando entró se encontró a un chico que estaba de rodillas frente a los jardines. Él joven robusto vestía de negro y con ropa ancha, su cabello era abundante y ondulado ¿Quién era? ¿Qué hacía en su lugar seguro?
Carraspeó un poco para llamar la atención del muchacho. Él se levantó de golpe y se giró para ver el origen de aquel sonido. Viktor vio al chico misterioso. Era realmente grande, si se metía con él podría volver a Rusia de un puñetazo pero adoptó una actitud fría para no ser intimidado.
—¿Quién coño eres? —Dijeron al unísono.
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Only flowers know about us | Volkacio
Romance¿Crees que aquella mariposa podrá atravesar el campo? Horacio ha tenido problemas para seguir adelante. Sus padres se divorciaron y la soledad invadió su cuerpo. Los días eran una tortura pero un día el conserje le enseñó un lugar en donde le cambi...