Capítulo 11

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Había entrado en pánico y su única reacción fue huir de ahí. Ni siquiera le dijo algo en respuesta a eso. Ni un "Yo también" o un "Perdón". Nada.

Sólo salió corriendo como el cobarde que era.

Su corazón latía descontrolado mientas esperaba a que las puertas del elevador se abrieran.

¿Por qué él? No tenía nada especial y aún así se había fijado en él. Tenía curiosidad pero sabía que ya no podría preguntarlo.

Fue allí para poder arreglar las cosas pero terminó peor. Ahora estaba seguro que el moreno ya no lo querría ver nunca más.

¿Y ahora qué tenía que hacer? ¿Seguir su vida normal y pretender que eso nunca había pasado?

Tal vez no tenía que haberle preguntado casi gritando y de esa forma. Había actuado en caliente y ahora se arrepentía. Ni siquiera estaba seguro de sus sentimientos. Si en verdad le gustaba también o solo estaba influenciado por la situación y no se sentía capaz de decir que no.

¿Le gustaba? ¿Le quería? ¿Le amaba?

Las tres cosas eran demasiado para él. Demasiado para pensar y demasiado para digerir.

Necesitaba tiempo para procesar todo eso. No sabía como seguir luego pero seguro encontraría una solución.

Lo único bueno es que al día siguiente no habían clases y no tenía oportunidad de cruzarse con el chico que se adueñó de sus pensamientos.

[...]

Cada vez era peor. Cada vez que abría la boca arruinaba más y más cosas.

¿¡Por qué le dijo eso!?

Se había declarado en el peor momento. Además, ¿Por qué dijo que era solo un error? Para él, eso no fue un error ni de lejos, fue lo mejor que sus labios pudieron haber sentido.

Pero le había gritado y dañado. Ni siquiera merecía llamarse amigo luego de lo ocurrido. Aceptaría cualquier decisión que tome el ruso aunque igual le duela.

Se escondió más entre las sábanas tratando de desaparecer y olvidar todo.

Había faltado toda esa semana a la escuela. No se sentía bien ni de lejos y sabía que verlo iba a empeorarlo.

Debido a eso, le mintió a su madre otra vez.

Para que le dejara faltar a clases le había dicho que estaba enfermo. Solo un resfriado que estaba durando demasiado.

Ella le creyó ya que cuando lo vio, gran parte de su cama estaba cubierta por pañuelos y su hijo no se veía muy bien. Nunca imaginó estaba así por otra razón.

Pero Horacio sabía que no podía estar así para siempre. Tarde o temprano tendría que volver y, por ende, volver a verlo. Y tenía miedo. Miedo de ver esa mirada de asco en él. Miedo a que lo odiara. Miedo a quedar sólo otra vez.

Escuchó la puerta de su habitación abrirse y se cubrió con las mantas.

—Hola Mon trésor, ¿cómo has estado? —Preguntó con voz dulce entrando con una bandeja. Lo dejó en el escritorio que tenía el muchacho y se sentó en la orilla de la cama. —Has estado durmiendo demasiado, ¿Estás seguro que es un resfriado?

El menor se quitó las mantas de encima y dejó al descubierto su rostro. Tenía unas ojeras muy marcadas y su nariz roja.

Ella llevó una mano a su frente para comprobar si tenía fiebre, pero no fue así.

—No parece que tengas fiebre. —Él no dijo nada, solo la miró con aquellos ojos tristes. En ese momento ella unió cabos. —Oh Mon poussin, no me digas que es por otra razón por la que estás así. —Llevó una mano a su hombro haciendo círculos para relajarlo. Pero notó que se había tensado al escucharla. —Cuéntame que ocurrió.

Only flowers know about us | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora