Año nuevo en el Mauretania.

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La neblina cubría su vista de cualquier cosa sobre el barco en el que volvía a su odiada cárcel. Su padre la había mandado seguir apenas compro un boleto a América, y tras la rotunda negativa de Eleanor, la mujer que le dio la vida de dejarla quedarse en su casa al menos unos días y exigirle volver con su padre había comprendido que ese espía se la llevaría a la fuerza de ser necesario.

El frío de la noche era una tortura para cualquier ser racional, más a ella no le parecía tan doloroso como el frío que emanaba de su propio corazón.

Apenas le llegaban murmullos de la fiesta de año nuevo dentro del salón, con todo ese montón de imbécil interesados que se llamaban a si mismos "nobles".

¡Ja!¿Nobles?, Esa escoria de la humanidad capas de venderse y vender a sus hijos por el poder del dinero, por el materialismo que consumía a esa "familia" a la que estaba atada... Esas sonrisas falsas y ese deseo de destruir a otros para estar sobre ellos sin otro motivo más que presumir.

¡Esos imbéciles no tenían nada de nobles!

Sus puños golpearon contra la barandilla, resonando en el silencio de la negra noche. Pero ahí solo estaba ella para escuchar.

Ella y el mar.

Helado y negro. Solitario pero lleno de peces que se movían libremente en el interior de sus aguas.

¡Cómo le gustaría ser como ellos!

Viviendo en su ambiente, libre de nadar kilómetros cada día, solo buscando lo necesario para vivir sin pretensiones falsas, sin apariencia, sin protocolo... Solo ella, libre, natural, sincera y real.

Eleanor Theresa Graham Grandchester. La hija primogénita de un noble ingles, primo segundo de la corona. El respetado Duque Richard Graham Grandchester, intachable en cada aspecto de su vida, con soluciones para todo, con todos a sus pies.

Ese hombre de buena reputación, casado con Lady Shopie y con cuatro hijos. De los cuales uno de ellos era lo único que no era perfecto en su vida.

Su hija mayor.

Y es que Teresa era la hija no de la familia Grandchester, sino de una aventura entre el Duque y una actriz americana de nombre Eleanor Baker, quien dicho sea de paso era quien la hecho de su casa apenas llegó en plena helada porque sus amigos de visita eran más importantes para ella.

La corona británica llevaba dieciséis años con el grito en el cielo por causa de la adolescente que no entendía porque ella tenía que pagar los errores de sus padres.

La habían llamado de tantas formas despectivas en su vida que le habían dejado en claro una cosa: ella no era considerada parte de la familia real. Pero su padre, tan bueno y generoso (nótese el sarcasmo) decidió velar por su educación y convertirla en toda una dama que un día dejaría de ser tratada como una bastarda, hija de una actriz. Un día que fuera el de su boda con un Conde muy importante.

Porque si, era tratada como a una sirvienta, despedida de las reuniones, alejada de las pláticas y rechazada en los círculos sociales siendo considerada hija de una pecadora, una mujer arrivista e interesada o en casos peores. La hija de una prostituta que terminaría siguiendo sus pasos.

Pero una cosa no podían negar los nobles no solo de Inglaterra sino de toda Europa, y esa era que la chica era no bonita sino hermosa.

La viva imagen de su madre pero con el cabello castaño brillante de su padre, largo hasta debajo de los hombros, ligeramente ondulado y con un gracial movimiento delicado, las facciones de su rostro eran finas y delicadas como las de una muñeca, sus labios llamativos con ese lunar junto a la boca y pestañas largas, todo eso en una fisionomía perfecta y delgada con el estilo aristocráticos de su padre, altura digna de una imagen pintada ideal para una chica, mirada decidida que se burlaba del mundo en un profundo azul mar que gusta de destellar verde cuando la luz refleja y la elegancia natural que solo las verdaderas Lady's podían poseer sin pasar años en clases de modales como las hijas de los nuevos ricos.

Grandchester, la rebelde Lady. (Candy Candy fem Terry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora