Donde las rosas salvajes crecen - Frerard

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Donde las rosas salvajes crecen

A Frank le gusta reírse de todo. Le da gracia la forma con la que el mundo funciona, la forma con la que nunca deja de girar y no espera a por nadie, la forma tan cruel con la que la vida y la muerte se unen. La muerte no parece más que una broma graciosa para él.

¿Está bien reírse de la muerte? Porque a mí de verdad me da risa la vida.

Me da risa la forma con la que todo el mundo está feliz cuando alguien nace, me gusta ver cómo celebran los cumpleaños y con qué amor agradecen a todos esos santos que nunca han visto.

A Frank le da risa la manera con la que todos lloran cuando alguien muere. Dice que es gracioso cómo en tan solo un momento puedes cambiar tantas cosas. Que debes esperar 9 meses para crear vida, y tan solo un segundo para quitarla.

A mí me da risa lo que a él le produce risa.

Me gusta mirarlo coger los gusanos que nacen de un animal muerto, me gusta mirar como los toma entre sus manos para luego aplastarlos con fuerza, con diversión. Me da risa cómo esos animalitos se retuercen dentro de sus dedos, como estallan conforme a la presión, como sus cuerpos tratan de escapar a pesar de que les arranques la mitad.

A Frank le gusta dibujar figuras en mi rostro con la sangre que escurre de ellos. Siempre he dicho que es un gran artista, sus dedos se curvan y sus labios se abren mientras se eleva sobre sus pies para alcanzar a estar a mi altura. No puedo evitar reírme cuando siento las gotas escurrir por mis mejillas, él sonríe porque dice que le parece hermoso.

Me gusta caminar con él hacia ese río, nuestras manos juntas y los árboles balanceando sus hojas como si se mecieran. A Frank le gusta girar y girar, le gusta la forma con la que el viento le roza la cara y con la que las ramas le arañan las mejillas.

Me gusta sentarme a la orilla del río y observar los pececillos mirarnos. Sus ojos bien abiertos esperando a que hagamos tan solo un sonido para salir nadando, huyendo de ahí. A mí me da risa que nos tengan miedo.

Frank dice que le gustaría darme miedo.

A él le gusta sentarse en el viejo árbol de gruesas ramas, sus pies se mecen de enfrente hacia atrás y se ríe, y su risa es belleza. Ese árbol siempre tiene hojas verdes y amarillas, y si lo miras cuando el sol se esconde tras las montañas detrás de él, verás cómo se convierte en oro.

Los peces se quedan muy quietos mirándote, como si fueras demasiado interesante, como si ellos fueran demasiado curiosos. Y a mí me gusta la forma con la que sus pequeñas escamas brillan bajo la luz, y sus pequeñas aletas se mueven para mantenerlos donde quieren estar. A Frank le gusta hincarse a mi lado junto a los peces para luego meter las manos al agua y atraparlos. A él le da risa la forma con la que se retuercen entre sus manos buscando huir, a mí me gusta la forma con la que boquean buscando por agua.

Frank los aplasta con las manos como si quisiera atravesarles el cuerpo con los dedos, como si quisiera sacarles los órganos y hacer que les exploten los ojos y el corazón. A veces siento pena por ellos, por cómo se mueven con desesperación intentando huir de sus manos, a veces odio un poco a Frank por disfrutar de traer la muerte a donde hay vida.

A mí me gusta reírme de la vida, a él de la muerte.

Las rosas crecen con sus espinas mirando hacia el cielo, con los pétalos tan rojos porque Frank a escurrido sangre sobre ellos y les ha teñido, les ha pintado de la forma con la que le gusta pintar mi rostro.

Le gusta entrelazar sus dedos húmedos junto a los míos, y a mí me gusta girar y girar junto a él. Nuestras risas suenan como una canción, el sonido del río y el viento se llevan nuestras voces.

Hand grenade [Gay Bandom OneShots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora