Durante el conteo
regresivo a media noche,
mientras me atragantaba con las uvas
y sostenía el champán,
pedí mi último deseo del año...Era champán fino de calidad pura,
alborotándome la lengua y
el nervio del músculo sosteniendo
en su centro,
también acercando a su punta:
todos y cada uno de
mis pecados distribuidos,
silenciados a mordiscos y entierro de
dientes filosos
durante todo aquel largo año.Y lo acompañaba yo de uvas coloradas,
aún vírgenes de la parra vieja,
chupando de sus dulzores y
la suavidad de sus venas naturales,
convirtiéndolas también en mosto
navegable de un extremo al otro extremo
en mi paladar tan inquieto por
la excitable pasión de la nueva
madrugada a puertas.Y me atragantaba sin quererlo con
la fruta tentadora
si además de mascarla y saborearla
esta revolvía en mí el recuerdo gustoso
de la boca abierta, entregada,
tan amada y deseada con vehemente fuego quemándome por dentro,
de aquella ardiente mujer estrellada
en mis caderas y en mi alma,
siendo completamente libre
en mis brazos argentinos,
pero únicamente mía a la vez,
como bailarina de carnaval brasileño
en las calles eróticas,
apartadas del bullicio...Habiéndose entonces humedecido mi cuerpo y estremecido la añoranza
de mi ser,
por volverla a tener tan solo
una vez más enredada al placer y goce
de mi bienestar maduro,
sosteniendo la copa rebalsada de espuma,
derramé una cuántas gotas del líquido al piso
y pedí casi religioso mi último deseo
para echar a volar dicho año
y comenzar a acariciar el venidero.Que sin llegar yo a quererla,
que sin llegar ella a pertenecerme,
pudiese morir sintiéndola anclada a mí sintiéndome atado a los misterios
de su pecho desnudo y amante.
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Antología Navideña Poética
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