Capítulo 5

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Carol permaneció en la cama todo el día y parte de la noche siguiente, durmiendo a trompicones. Se agitó y revolvió tanto, que la sábana parecía una enorme serpiente blanca enroscada a su cuerpo. Pero cuando oyó el ruido de la llave en la cerradura se despertó de inmediato, aterrada.

No era André, sino la mujer mayor que se parecía a él. Le traía una bandeja. Carol la observó dejarla sobre la mesa de café junto a la de la noche anterior.

Luego se acercó a la cama, se sentó al borde y se inclinó para acariciar su pelo.

-Pobre niña -dijo en tono maternal-. Siento no haber estado aquí anoche, André no debería haberte hecho esto. No le gusta la idea de tener que controlar sus pasiones. Es una persona insegura.

-¡Es un monstruo! -exclamó Carol. -No es un monstruo, ma chère. Tú no lo entiendes, pero ¿cómo ibas a entenderlo?

La mujer ladeó cuidadosamente el rostro de Carol para que ambas se miraran a los ojos, y añadió:

-Dime: ¿de qué sirve que te quedes en la cama? No conseguirás sino sentirte peor, y probablemente él se enfadará aún más.

-Y ¿qué importa? -preguntó Carol a su vez, amargamente-. En realidad da igual si hago lo que quiere o no, ¿verdad?

-Ven, preciosa -insistió la mujer, levantándola y haciéndola sentarse en la cama, y demostrando la increíble fuerza de sus brazos-. Ya no eres una niña. Vivirás. Te llevaré al baño.

Carol no se molestó siquiera en protestar. Se sentía fatal. No había podido dormir casi nada en toda la noche. Y lo peor de todo era que por mucho que el dolor físico fuera brutal, le dolía mucho más el modo en que él la había tratado.

No podía comprenderlo aunque, en ese momento, eso ya le daba igual. Odiaba a André, pero tampoco estaba contenta consigo misma. Se había comportado como una verdadera ingenua al dejarse atrapar en semejante situación. Hubiera debido aprovechar todas las oportunidades y luchar con más dureza en el muelle.

Probablemente habría perdido la vida, pero al menos habría muerto con dignidad.

La mujer preparó el baño y ayudó a Carol a entrar en la bañera. El agua estaba templada, así que no le hizo daño en las heridas. Ella le frotó los brazos, la espalda y el pecho con un jabón que olía a flores, y le lavó el pelo con un champú de hierbas tal y como haría cualquier madre con su hija.

-¿Por qué haces esto? Tú estás de su lado, ¿qué pretendes?

-Qué desconfiada eres para ser tan joven. Has debido de sufrir mucho- contestó la mujer, tras una pausa.

-He sufrido mucho aquí, en esta casa. ¿Por qué iba a confiar en ti?

-Y ¿por qué no? Solo pretendo ayudar.

-¿Por qué?

-Digamos simplemente que quiero mucho a André. Para mí es como un hijo, quiero verlo feliz.

Carol soltó una amarga carcajada y dijo:

-Pues dale un látigo y unas cadenas. Se sentirá en la gloria. ¿O es que en vuestro culto no creéis en la gloria ni en el cielo?

-No comprendes nada, cariño. André está hechizado contigo, le fascinas. No lo había visto así hacía mucho tiempo.

Carol volvió a reír amargamente, pero segundos después se sintió desesperada.

-¡Por favor, déjame marcharme!

-No puedo hacer eso. No podemos interferir los unos en los asuntos de los otros. André te encontró, y solo él puede decidir tu destino.

Niño De La NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora