Capítulo 10

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La sirvienta volvió a aparecer con otra bandeja al día siguiente, nada más ponerse el sol.
Carol había dormido agradablemente hasta bien entrada la tarde, a pesar del caos y de los acontecimientos del día anterior.
Se sentía renovada y hambrienta, y seguía comiendo aún cuando André entró. Él se sentó frente a ella y la observó. Aquella noche Carol se sentía más fuerte, no tan vulnerable. Siguió comiendo sin apresurarse, tomándose su tiempo. Él podía esperar.
Cuando terminó, dejó el tenedor y el cuchillo, se limpió la boca y se reclinó en el asiento. Los minutos pasaron. Ninguno de los dos habló.
Ella se sirvió un té en una taza de porcelana china azul y blanca, y dio un sorbo.
Los minutos siguieron transcurriendo. Carol se sentía observada, era como si él la estuviera analizando con un microscopio, como si la examinara de cerca. Sin duda buscándole defectos.
-He decidido que te quedes aquí hasta que nazca el niño. Después te irás, pero el niño se quedará.
Carol dejó la taza y el plato en la mesa.
-No quiero tener al niño. Te lo he dicho, quiero abortar.
-Lo que tú quieras es irrelevante.
-¿Otro ultimátum? O lo hacemos a tu modo, o me matas, ¿no es eso?
-Sí, a mi modo.
-¿No te cansas de controlar el universo? Debe ser tedioso tener que hacer siempre el papel de Satán.
Se sentía valiente. No estaba dispuesta a soportar sus chorradas patriarcales.
-Ese es el trato. Te quedas, tienes al niño y te vas. Eso es todo.
-¿Y qué saco yo de ese trato?
-Tu vida.
-Quizá eso ya no sea suficiente para mí.
-No recuerdo haberte dado a elegir.
-Me escaparé. O abortaré.
-Intenta una de las dos, y te encadenaré a esa cama durante ocho meses.
Carol se quedó callada. Él la había puesto entre la espada y la pared, y los dos lo sabían.
-¿Por qué quieres a ese niño? Ni siquiera crees que sea tuyo. ¿Quieres beberte su sangre?
-Eres una estúpida. Me sorprende que aún no hayas provocado a nadie lo suficiente como para que te mate.
-Siempre amenazando... ¿por qué? Tienes poder; tanto físicamente como en los demás sentidos. Pero te comportas como un niño con un martillo de juguete: tienes que machacarlo todo a tu alrededor..

André se puso en pie y se acercó a la ventana. Le daba la espalda. Recogió la cortina a un lado para mirar fuera.
-Puedes hacerlo por las buenas o por las malas, a mí me da igual -dijo él, añadiendo mientras se daba la vuelta-: Pero lo harás, eso te lo garantizo.
Carol se mordió el labio inferior, preguntándose adonde quería llegar a parar.
Entonces, como si le leyera el pensamiento, él explicó:
-Por las buenas el plan es el siguiente: te quedas aquí, te comportas de un modo civilizado, te cuidas, siempre dispuesta para mí como la otra vez, y dentro de ocho meses tienes al niño. Al día siguiente te vas.
-¿Y por las malas?
-Lo mismo, excepto porque yo uso la fuerza. Y eso no te va a gustar.
André caminó hacia la puerta y la abrió. Luego añadió:
-Piénsalo. Y hazte un favor.
Acto seguido se marchó. Minutos después Carol intentó forzar la puerta. Estaba cerrada.
Hacia media noche André volvió y la llevó escaleras abajo. Gerlinde, Karl y Chloe esperaban en el salón, sentados en un sofá junto a la chimenea. André tomó asiento en una silla frente a ellos.
-Siéntate a mi lado, Carol -dijo Chloe, dando un golpecito sobre el sofá. Carol se sentó y miró a su alrededor. Los cuatro la observaban atentamente.
-Queremos hablar contigo acerca de lo que está ocurriendo. Me imagino que tienes que estar confusa -dijo Chloe.
Carol exhaló y dejó caer los hombros. Otra vez se sentía cansada. Y deprimida. Pero era bueno que Chloe se mostrara tan amable, de otro modo quizá hubiera intentado hacer una tontería. Casi sentía deseos de suicidarse.
-Lo que te ocurre, tu embarazo, es muy, muy poco frecuente. En realidad es algo extraordinario.
-Mondo weirdo -dijo Gerlinde.
-Según la leyenda, solo una vez cada mucho tiempo uno de nosotros puede reproducirse a través del parto -continuó Chloe-. Un macho puede inseminar a una hembra mortal. Parece que al revés es imposible.
Dios mío, pensó Carol. ¿Una hembra mortal? Todos ellos se creían dioses. Estaban seriamente enfermos.
-Ocurre cada pocos cientos de años -continuó Chloe-, tan poco a menudo, que cuando de hecho se produce nos cuesta creerlo. Ninguno de nosotros existía cuando ocurrió la última vez. Y yo soy la única aquí que ha oído hablar de la leyenda.
-El hijo divino -dijo Karl.
Un niño demoníaco, pensó Carol.

Niño De La NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora