La primera vez que Siwon se paró en el púlpito para dar un sermón, se había vuelto loco del miedo. Aun con su mentor allí, en primera fila para ofrecerle un gesto alentador y una sonrisa que coincidiera con la larga charla que le había dado más temprano, Siwon había estado aterrorizado.
Hablar en público nunca le había molestado. El peso de entregar el mensaje de Dios a una congregación, sin embargo, era algo que tendría que aprender a hacer. Y con el tiempo, había aprendido. Se atrevía a decir que lo tenía dominado. La presión siempre estaba allí, pero por primera vez el miedo fue un recuerdo distante. Sin embargo, todavía recordaba cómo se había sentido ese día, y ese miedo no tenía nada que ver con el pavor detrás de sus costillas el día de hoy.
Mientras saludaba a los feligreses que entraban al templo, le costó más que nunca sonreír. Al menos, por fin se había decidido por un tema y había llegado a decir lo suficiente para crear la ilusión de que tenía los pies bien plantados sobre la tierra.
Había agonizado con ese sermón durante toda la semana.
Cada vez que pensaba que se le había ocurrido un tema, se desviaba hacia el perdón y la gracia.
Y qué trabajo tuvo diciéndole a toda esa gente acerca del perdón o la gracia cuando sabían y sabía que había despachado a Heechul el domingo anterior. Aunque ninguno de ellos supiera de su historia con Heechul, el intercambio no había pasado desapercibido. Las relaciones eran un campo minado. ¿Dejar ir el pasado? Oh, él no era un experto en ese tema. Finalmente, sin embargo, había logrado juntar algo que ojalá inspirase a sus feligreses a pensar en su relación con el dinero y las cosas materiales, y oró, para que eso fuera suficiente para distraer a todos —incluido él mismo — del hombre cuyos ojos todavía podían hacerlo tartamudear.Suficiente. Los últimos días habían sido un ejercicio de debilidad y comenzando el día de hoy, se volvió a poner de pie para seguir adelante. Mientras el coro llenaba la iglesia hasta las vigas, con los sonidos de las alabanzas, Siwon se dio a sí mismo unas últimas palabras de aliento —palabras que no eran ni de cerca tan efectivas como las que su mentor le había dado, ya que el hombre no sabía nada acerca de la historia de Siwon o de su larga lista de vergonzosos pecados.
Podría hacerlo, sin embargo. Tenía que hacerlo, y lo haría. En el pasado, había predicado con dolor, fatiga, e incluso una fiebre extraña, y predicaría pasando esto también. No permitiría que alguien que había estado allí por dos minutos, la semana anterior, lo mantuviera mudo hoy.
Eres mejor que esto. Eres más fuerte que esto.
Después de que el coro terminara de llevar a la congregación por los himnos, Siwon tomó su lugar en el púlpito con confianza y empezó su sermón. Años de práctica contuvieron sus nervios bajo la superficie y fuera de su voz. Todo era como debía ser. La congregación lo observaba en silencio, y las palabras salían con fluidez, como si no hubiera pasado los últimos días sudando por su falta de habilidad para hilvanar una frase. No habían pasado ni quince minutos del servicio, sin embargo, y una feligresa se levantó para sacar a un bebé que lloraba del edificio, y cuando abrió una de las puertas en la parte posterior, Siwon contuvo el aliento. Sólo por un segundo, probablemente muy poco tiempo para que nadie más lo notara, pero lo afectó. Sacudió su confianza. Se recuperó con rapidez, y esperó que nadie notara lo acelerado que estaba su corazón o que el estómago le revoloteaba. Incluso, mientras continuaba su sermón, se reprendió a sí mismo por dejar que algo tan simple como una puerta que se abría, lo sacara de equilibrio. Después de todo, no era inusual que la gente entrara o se escapara durante los servicios. Apenas si lo notaba ya. Pero hoy, mientras el sol se deslizaba por la penumbra, vio a Heechul ingresando, y fue sólo cuando la puerta se cerró detrás de la mujer que salía, que se dio cuenta que lo había imaginado. E incluso ahora que sabía que Heechul había sido producto de su imaginación, en ese instante, mientras miraba fijamente el par de puertas cerradas sin que nadie lo mirara de vuelta, fue que Siwon se dio cuenta de que había dejado de hablar. Había, de hecho, gente que lo miraba, pero estaban en los bancos esperando a que terminara lo que habían venido a escucharle decir.Aclarándose la garganta, sonrió.
—Como decía...
Pero todavía se sentía desconcertado. Peor aún, no era sólo él.
Cuando la puerta se abrió, al menos una docena de cabezas se volvieron. Normalmente, nadie se habría dado cuenta. Pero así fue. Tenían los nervios de punta al igual que él. La gente intercambió miradas extrañas. Susurraron por detrás de sus manos, los ceños fruncidos con una preocupación palpable.
Sigue hablando.
Convéncelos de que no había nada para ver ahora, y que no hubo nada que ver la semana pasada.
Sigue, sigue, sigue.
Y en ese instante, la puerta se abrió de nuevo dejando entrar la cegadora luz del día, y una silueta apareció. Más cabezas se volvieron, pero Siwon sólo las vio por el rabillo del ojo, porque se había quedado congelado a mitad de una frase y miraba fijamente a la figura que había entrado al santuario.
Con un ruido sordo que resonó en los huesos de Siwon, la puerta se cerró.La luz se cortó.
Y la figura...
Madre e hijo que regresaban del exterior. Ella se apuró a su asiento, acunando contra su pecho al bebé ahora tranquilo, mientras sonreía como pidiendo disculpas a Siwon. Él le devolvió la sonrisa y le dio un leve asentimiento, y de alguna manera, su palpitante corazón no hizo eco en los altos techos del santuario.
Pero como antes, continuó con su sermón.
¿Qué otra cosa podía hacer?Y todo ese tiempo, esas puertas estuvieron exactamente delante de él. Justo en su línea de visión. Deliberadamente escaneó la multitud mientras hablaba, haciendo contacto visual con sus feligreses aún más que de costumbre, pero cada tanto, su mirada pasaba por esas puertas. Y cada vez que lo hacía, veía a Heechul salir del pasado y entrar a la iglesia como si tuviera todo el derecho de estar ahí. Y se escuchaba a sí mismo echando a Heechul, tocándolo, dolido por esa conflictiva necesidad de alejarlo de un empujón y tirar de él adentro.
Siwon se estremeció, agradecido por las ropas que enmascararon toda esa carne de gallina. Cruzar la iglesia para enfrentar a Heechul, la semana pasada, había sido un error. Debía haberse quedado en el altar. Dejar que Heechul tomara asiento y lo distrajera. Y eso era exactamente lo que habría pasado, también. O Siwon cortaba la situación de raíz y enviaba a Heechul de vuelta por la puerta, o habría tartamudeado y tropezado visiblemente a través de todo el servicio.
Justo como estaba haciendo ahora. Por la gracia de Dios, continuó hablando y —oró— seguir tratando de convencer a la congregación de que todo estaba bien y que valía la pena absorber sus palabras.
Pero cuando por fin acabó, jamás se sintió tan aliviado de terminar un sermón..
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Sins ›𝙨𝙞𝙘𝙝𝙪𝙡‹
Fanfiction¿porque es incorrecto amarse? → Temas religiosos →Lemon →Actualizaciones lentas → adaptación corta