O9 [ Final ]

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Cinco años de soledad se desvanecieron. Cinco años de opresión se deslizaron de sus hombros, y un segundo después, sus vestiduras también lo hicieron. Aterrizaron en sus pies en un susurro que pareció hacer eco a través del templo, y el aire frío se encontró con su piel a través de la delgada camisa. La piel de gallina le causó un hormigueo en el cuello. Probablemente era una blasfemia ponerse así de duro tan rápido, pero no lo peleó. Entonces Heechul estiró la mano al cinturón de Siwon, y Siwon se congeló.

—Espera. —Agarró la muñeca de Heechul—. No podemos hacer esto aquí, delante de Dios.

—Dios está en todas partes. Nos verá sin importar dónde lo hagamos.

—¿Pero aquí? Eso es...

—Tú sabes que Él está aquí, observándonos. Si quiere que paremos, nos detendrá.

—Todavía es un sacrilegio.

—No. No lo es. —Con los ojos fijos en Siwon, Heechul negó con la cabeza—. Sacrilegio es mantener a dos hombres separados durante todo este tiempo porque no pueden soportar que estén enamorados.

La garganta de Siwon se contrajo. Tenía razón, ¿no? No había nada que pudieran hacer en este templo sagrado, que fuera más abominable que la atroz soledad a la que la iglesia —no Dios— los había forzado durante cinco largos años.

Con el corazón latiéndole con fuerza, soltó la muñeca de Heechul. Luego, le sacó el abrigo, y cuando este aterrizó a sus pies, Heechul sonrió. Y Siwon también. Con unos cuantos movimientos rápidos, la correa de Siwon fue desabrochada. Empieza el juego. En un abrir y cerrar de ojos, se despojaron de todas las capas entre ellos. El aire frío del santuario se sintió extraño en su cuerpo desnudo, pero no le importó, sobre todo cuando Heechul tiró de él para otro beso. Ahora nada separaba la piel de piel caliente. Abrazando a Heechul con fuerza, besándolo profundamente, y saboreando cada lugar en donde sus cuerpos se tocaban, todo en lo que Siwon podía pensar era: te extrañé tanto, tanto. Se empezaron a mover, y un pánico momentáneo surgió a través de él al darse cuenta de que estaban descendiendo, pero dejó que Heechul lo guiara. Con suavidad, vino a descansar en el suelo duro, encima de sus ropas descartadas. Aun a través de la vestidura y el abrigo, la piedra se sentía helada contra su espalda, pero fue el calor del cuerpo de Heechul lo que hizo que jadeara. Recordó cada ángulo y contorno del cuerpo de Heechul y los trazó con sus dedos y las palmas de sus manos para memorizarlos otra vez. La noble curva de su columna. Los bordes de los omóplatos. La forma en que su cintura se estrechaba hacia sus angostas caderas. ¿Cómo puede ser malo que me embeleses de la manera en que lo haces tú? Deslizó sus manos sobre el culo de Heechul y fue recompensado con la enloquecedora fricción de esa gruesa erección apretada contra él. Heechul gimió suavemente. O quizás fue Siwon. Había perdido la pista de qué sonidos era de cada quién, pero no importaba porque lo amaba todo.

Con sus manos y sus propias caderas, animó a Heechul a moverse, urgiéndolo a mecerse hacia adelante y hacia atrás, y esa deliciosa fricción hizo que la cabeza le diera vueltas. Apenas podía respirar, y ni siquiera le preocupó, todo lo que le importaba era la forma en que sus cuerpos se movían juntos. Y el sólo pensar en venirse así, debajo de Heechul, por primera vez en mucho tiempo, casi lo llevó al límite. Todavía no —se dijo—. He esperado demasiado tiempo, no puedo precipitarme. Heechul jadeó, rompiendo el beso. Su espalda se arqueó, y por un segundo, Siwon pensó que se vendría, pero se recuperó. La piel se le crispó, y gimió en el cuello de Siwon, pero de alguna manera permaneció bajo control. Entonces se sentó. Con el vitral iluminado por las luces de la calle detrás de él, se veía como... el cielo. Como si estuviera a un latido de extender sus alas y elevarse soltándose del agarre de Siwon, así que Siwon lo sostuvo con más fuerza manteniendo sus manos firmemente sobre las caderas de Heechul. Aunque no lo suficiente para impedir que se moviera —no iba a evitar que Heechul se impulsara, meciéndose hacia adelante y atrás encima de él con esa expresión de felicidad absoluta y párpados pesados, que siempre había significado que estaba muy cerca del borde. Solo la visión de él volvió loco a Siwon. Había fantaseado cientos de veces con esto, y verlo de nuevo en carne y hueso. Ver a Heechul montándolo como siempre le había gustado hacer, era abrumador.

Sins ›𝙨𝙞𝙘𝙝𝙪𝙡‹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora