La iglesia estaba vacía. Horas después del servicio, Siwon era el único que quedaba. Sólo Dios y él y todos los fantasmas que habían sido recién conjurados durante la última semana. Las puertas del santuario se habían cerrado desde que los últimos feligreses se fueran. Los bancos estaban desnudos. No había un sonido excepto el agitado corazón de Siwon y sus lentos pasos por el suelo de piedra. De algún modo, tendría que recomponerse y hacer esto la próxima semana nuevamente. Un sermón. Un servicio. Consejería y rezos por aquellos que lo necesitaban. Tenía un deber y lo llevaría a cabo, y sin importar lo que costara, no iba a permitir que el domingo pasado se lo impidiera más. Por hoy, sin embargo, se sentía demasiado cansado de fingir que su mundo, cuidadosamente arreglado, no había sido puesto de cabeza. O que había podido dormir las últimas noches, o que había estado más que unos minutos sin pensar en Heechul.
Al principio, sólo había podido pensar en los momentos más carnales y pecaminosos. Su cabeza los repetía, forzándolo a mirarlos mentalmente, como si estuviera en algún tipo de versión alterna y pornográfica de La Naranja Mecánica. Como si Dios quisiera recordarle una y otra y otra vez, que los momentos en que estuvo en la cama con Heechul , los dos desnudos y envueltos el uno en el otro, eran una abominación. Eran perversión. La Lujuria era un pecado, y ellos no solo se habían dedicado a ella —se habían deleitado en ella. Excepto que, mirando hacia atrás, no había sido puramente lujuria. No había sido sólo sexo. Cada recuerdo que tenía de Heechul era hermoso, apacible, amoroso. Fuera lo que fuera que habían tenido, no podía sacudirse la idea de que era todo lo que habría estado bien con una mujer —una esposa—, pero prohibido porque Heechul y él eran hombres. Hombres solteros, también. Fornicar estaba mal.
"Quizás deberíamos habernos casado". Excepto que no podían. No en aquel entonces. E incluso si la ley lo permitía, ¿lo haría la iglesia? ¿Sus familias? ¿Dios? Por supuesto que no. Tú sabes que está mal. Todo ello. Déjalo ir. Pero no eran sólo los recuerdos carnales que lo golpeaban en ese momento. Con cada día que pasaba desde que Heechul había entrado en la iglesia, las imágenes en la mente de Siwon habían cambiado continuamente de sudorosos interludios a los más platónicos momentos. De esos que hacían que contuviera el aliento y perdiera el corazón. Una mirada intercambiada a través de una habitación llena de gente que no tenía ni idea. Un nombre en su identificador de llamadas. Un mensaje de texto ordinario que le iluminaba todo su día. Sin importar lo mucho que tratara de convencerse de lo contrario, tenía que admitir que los momentos pasados con Heechul habían sido de los más dulces, sosegados y amorosos de su vida.
Llamo al sexo que tuvimos perversión, pero ¿cómo explico esa parte? Tentación. No fue más que tentación. Oportunidades para probar y desmentir su fe una y otra vez, al resistirse a tentación tan, tan dulce. El Señor prometió que nunca le daría al hombre, más tentación de la que podía soportar, y Siwon tenía fe absoluta en esa promesa. Donde su fe había flaqueado era en él mismo. Con el corazón latiéndole como si fuera un niño nervioso que estaba a punto de asistir a su primera confesión, Siwon se acercó al altar. Por un largo rato, miró fijante hacia arriba, al crucifijo. Las emociones —demasiadas para nombrarlas— se arremolinaron en su cabeza y en su pecho. El santuario estaba extrañamente silencioso, así como la voz suave y apacible que necesitaba con tanta desesperación para que lo guiara. La misma voz a la que había rogado innumerables veces que lo iluminara cuando había excavado en las escrituras en busca de respuestas a sus preguntas sobre su sexualidad y sus sentimientos por Heechul. Cuando no había podido encontrar una sola razón para creer que la destrucción de Sodoma y Gomorra tuviera algo que ver con la homosexualidad. O cuando había leído entre las líneas sobre el encuentro de Jesús con el Centurión. O cuando los mariscos, y el afeitarse, y los tatuajes no provocaban la misma condenación que los hombres que dormían con hombres.
La claridad no había llegado en ese entonces, y tampoco llegó ahora.Lentamente, Siwon se puso de rodillas sobre la piedra fría como había hecho innumerables veces antes. Presionó la frente contra sus manos enlazadas, inhaló profundamente, y dejó que las palabras salieran:
—He estado huyendo de todo lo que pasó, durante cinco años. Y estoy tan... tan cansado. Señor, necesito que me digas, ¿se supone que debo seguir corriendo? —Sus ojos ardían aun cuando los cerró con fuerza—. ¿Se supone que tengo que resistirme a él, Señor? —Su voz casi se quebró, pero logró susurrar—, ¿o amarlo?
La cabeza de Siwon todavía estaba inclinada, cuando la piel en su cuello se erizó. En su subconsciente, se dio cuenta de que había oído un movimiento un momento atrás. Lejos, en el fondo. Había estado tan metido en la oración, que ni siquiera registró el sonido que había estado esperando todo el día: el chirrido de las puertas.
Unos pasos sin prisa se acercaron a él, tranquilos, pero aun así haciendo eco en la cavernosa iglesia.
En cualquier otra noche, apenas le habría dado un segundo pensamiento. La gente iba y venía todo el tiempo. Esta vez, sin embargo, los ecos resonaron a través de él. Lentamente, abrió los ojos. Luego se levantó y se volvió. Y allí estaba él —Heechul .No era producto de la imaginación de Siwon esta vez. Realmente estaba allí, la cara sombreada en parte por la capucha de su larga chaqueta. Esta vez, tampoco se detuvo en la puerta. Sin quedarse tímidamente atrás y sin dejar que Siwon viniera hacia él, caminó por el pasillo como si fuera dueño del lugar, y se unió a Siwon junto al altar. Allí, lo suficientemente cerca como para tocarlo, se detuvo. Tenía la mandíbula apretada, los ojos brillantes de furia, los labios cerrados en una fina línea. Siwon soltó un largo suspiro. Quería hablar, pero ¿qué se podía decir? Te amé. Te extrañé. Todavía te amo.
Entonces, mientras Siwon lo miraba, la ira en los ojos de Heechul se desvaneció. Su postura se suavizó, y fue a la vez un extraño distante y el amante gentil. Siwon no se movió. Debía, y lo sabía, pero plantó los pies. Se miraron mutuamente. Ninguno habló. Ninguno se movió. Dios, por favor... Dime...
Sin decir una palabra, con los ojos fijos en Siwon , Heechul cerró algo de la distancia entre ellos, y Siwon contuvo el aliento cuando Heechul despacio —muy despacio—, levantó la mano y la extendió hacia él
Qué debo...
Unos dedos suaves rozaron la mejilla de Siwon . La otra mano fue la parte posterior de su cuello.
La franja de espacio entre ellos se empezó a reducir, el templo con sus muros altos, alrededor de ellos, comenzó a desvanecerse y...Perdóname, Señor, por querer esto tanto.
...Heechul lo besó.
Y el mundo no se detuvo.
Empezó a moverse de nuevo. Fue como si todo hubiera estado en animación suspendida desde que saliera del apartamento de Heechul , y ahora ya no. El mundo giraba. Su corazón latía. Podía respirar.
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Sins ›𝙨𝙞𝙘𝙝𝙪𝙡‹
Fanfiction¿porque es incorrecto amarse? → Temas religiosos →Lemon →Actualizaciones lentas → adaptación corta