Lunes en la mañana.
Dios, como odiaba los lunes, aún más en la mañana.
Mis ojos pesaban por la falta de sueño, mi cuerpo se quejaba cada vez que me estiraba y todo el fin de semana era como una sombra en mi humor y en mi ánimo, el cual estaba por los suelos.
Por si fuera poco, mi lobo seguía enfadado conmigo por alejarlo de su pareja, gruñendo y refunfuñando dentro de mí; aún más cuando intentaba hablar o conectarme con él, porque en esos momentos mi alfa simplemente me bufaba en advertencia y se alejaba de mi contacto.
Mucho más de como siempre lo hacía.
Y para rematar mi suerte, Tata me había robado la camisa que había utilizado el viernes, la cual creía que había escondido bien bajo la almohada, porque al parecer al bendito perro también le gusto el aroma del chico rosa.
Suspirando profundamente ante mi triste predicamento, entré en mi cocina y rápidamente preparé el jugo que tomaba todas las mañanas; ya que no soportaba tomar café, debido a su amargo sabor. En la oficina siempre me molestaban por mi sensible paladar, sin embargo, simplemente no me bajaba por la garganta la bebida de petróleo.
Luego me dedique a terminar de preparar mi desayuno, porque la parte buena de vivir solo era que podía escoger mi propia comida y lo que quería comer, sin embargo, la parte mala es que siempre debía cocinarlo yo mismo.
No me quejaba demasiado, realmente. Después de todo, amaba cocinar y estaba seguro de que cuando me casara, mi pareja sería feliz, ya que siempre tendría su estómago lleno y satisfecho. Mamá siempre decía que un buen alfa y esposo tenía que saber cocinar, para mantener a su omega feliz.
Ella me enseñó todos sus trucos de cocina y dijo que algún día mi esposa estaría muy feliz, gracias a ello.
No obstante, ante el recuerdo algo se encogió en mi pecho y tuve que sacudirme un poco el feo sentimiento que surcó todo mi ser.
Era mejor apresurarme y dejar de perder el tiempo.
El viaje a la oficina fue sumamente aburrido, la típica concurrencia de los lunes me dejó atrapado en un embotellamiento por media hora. Sin embargo, como dice el dicho "persona precavida, vale por dos", por lo que no llegaba tarde al haber tomado mis medidas.
Sé lo perra que puede ser la vida a veces.
Llegar a la oficina fue como llegar a un cementerio, todos tenían caras de muertos vivientes y las ojeras sólo servían como evidencia de un excelente o pésimo (como en mi caso) fin de semana.
Solamente una persona tenía una sonrisa brillante y era James, aunque andaba cojeando un poco y hacía muecas con movimientos muy bruscos. Todo el almuerzo lo molesté por su muy "agitado y activo" fin de semana.
John llegó unas pocas horas antes de irnos a casa, saludó a todos y luego se encerró en su oficina, un poco después se le unió James y luego de una media horas de estar juntos, cofcofsospechoso, nuestro jefe vino a darnos las buenas nuevas.
Buenas nuevas mi trasero.
— De acuerdo, hablé con el nuevo director. — Informó John al reunirnos todo en el centro del lugar, una sonrisa contenta en la curva de sus labios. — Todo está bien para que se nos una mañana ¿están emocionados?
Todos dieron un pequeño grito de fiesta, pero yo di un "yay" sin ganas.
— Vamos, V. — Sentí una mano pesada en mi hombro y no pude reprimir una mueca. — No puede ser tan malo. — Me dijo Raymond, el director artístico y la persona con la que yo más solía trabajar.
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No serás mi omega
RomanceTodo empezó en un día normal para Daniel Vandale, estando de compras en su supermercado favorito; o al menos, la idea era mantenerlo normal. Sin embargo, cuando está en el pasillo de los atunes un aroma capta su atención y su lobo emocionado se agit...