Capítulo VIII

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VANESA: Mónica.

Si ella sería perfecta. Estaba desesperada por un poco de atención, y Vanesa estaba segura de que podía convencerla de que fuera con ella. Ella seria la ideal, a pesar de que no se parecía en nada a Inma.

ALBERT: Maravilloso -Martin casi podía ver la sonrisa en la voz del hombre- Esperamos verlas a ti y a Mónica la semana queviene, entonces.

Ella no le prestó atención a la despedida de Albert debido a que ya estabapensando dos pasos por delante. 

VANESA: Ana, consígueme la direcciónde una tienda de flores en el centro llamada Cramer o King o algoasí. 

ANA: Pero siempre usas la Floristería Real -replicó ella poniéndose de pie- No necesito pedir flores. Mi cita trabaja allí. 



ROSS: Mónica, dulzura, ¿qué te pasa últimamente, pequeña? No pareces poder pensar con claridad. Sin juego de palabras, cariño. 

La voz del jefe de Mónica llegó por encima de su hombro derecho, y sabía que la había atrapado soñando despierta de nuevo. Había sido una semana y un fin de semana aún más largo, y tenía que deshacerse de este pensamiento constante acerca de Vanesa. Dondequiera que fuera buscaba el oscuro pelo y ondulado. Cada vez que sonaba la campana sobre la puerta de la tienda de flores, alzaba la vista esperando que esa mujer entrara a través de la puerta. Caía en la cama agotada y aún así no podía dejar de ver los suaves ojos verdes miel.


 MÓNICA: Lo siento, Ross, estoy un poco distraída, eso es todo.

Se ocupó con el arreglo que estaba preparando. Era un ramillete sencillo y podía hacerlo en sueños. Pero entre sus trabajos y viajar tres horas en cada sentido cada semana para ver a Leo, dormir no estaba en lo alto de su lista de prioridades.

ROSS: ¿Qué pasa, Mónica? Sé que estás preocupada por Leo, pero él es un tipo inteligente. Sabe lo que tiene que hacer para estar seguro allí. Va a estar bien. Tienes que cuidar de tí misma por una vez.

Ella posó con sumo cuidado una rosa sobre la mesa y abrazó a Ross. 

MÓNICA: Losé, lo sé -dijo ella, suspirando. Estoy tratando. Salí el fin de semana pasado. 

No le dijo que fue sólo para cumplir con Malú, y que salvo por haber hablado con Vanesa había pasado un mal momento. No quería que Ross supiera que esa mujer había desviado su atención. Más de una vez se había pateado por rechazar la invitación de ir a cenar, pero sabía que era lo correcto. No podía manejar involucrarse con alguien en este momento.

ROSS: Cuéntame -exigió Ross con entusiasmo.

MÓNICA: No fue gran cosa. Fui a Incógnito, tomé un par de cervezas, bailé un poco, y me fui a casa. Sola -añadió a la mirada expectante de Ross.

ROSS: Eso es todo?.

MÓNICA: Eso es todo -sabía que Ross quería que hubiese conocido a alguien y que le hubiese barrido los pies. Era una vieja reina, y quería que todos fueran tan felices como él y John lo eran.

ROSS: Mónica, dulzura, ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con alguien?.

No pudo dejar de reírse. Ross era una de esas personas que pensaban que el sexo era la cura para cualquier cosa, desde la depresión a los pies doloridos, y todo lo demás.

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