Parte 4

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Entonces llegó Mel, poniendo sus vidas patas arriba. Aún recuerdan la noticia de su llegada. Estaban comiendo tranquilamente en el sofá mientras veían cualquier cosa en la tele y ella simplemente lo soltó.

–Llevo un retraso de un mes–murmuró –Vamos, que no me viene la regla –aclaró nerviosa por la respuesta de Daniel.

–¿Como? –dijo el hombre en un intento de una confirmación directa de sus sospechas.

–Creo que estoy embrazada –dijo mientras se abrazaba a si misma –Yo entiendo si –Daniel cortó sus palabras abrazándola con fuerza recordándole que estaban juntos en esto y en todo.

–¿Te has hecho una prueba? –preguntó acariciándole el pelo a su esposa, ella negó –Vale, pues vamos a comprar sushi y de paso una prueba de embarazo, ¿te parece? –le preguntó dulcemente intentado sacarle una sonrisa, una que no tardo en aparecer en el rostro de Alba.

–Vale –sonrió temblando.

No os equivoquéis no era la única que temblaba, pero Daniel decidió que no necesitaba otra persona nerviosísima, lo que ella necesitaba era apoyo y tranquilidad, así que pensó en positivo pues si daba negativo ya habría oportunidades de crear una familia, si eso era lo que los dos querían, y si daba positivo tendrían una charla profunda sobre querer empezar una familia, donde la última palabra la tendría ella, ya que es su cuerpo. Con esos pensamientos cogió la mano de su esposa y emprendieron camino hacia el restaurante japones, ¡ah! y también hacia la farmacia.

Ya debéis imaginar que pasó, pues ese retraso en la regla tiene nombre. Dio positivo y los dos tuvieron esa charla en la que decidieron tener a la pequeña que los haría padres. Fue un embarazo difícil para Alba, tenía los pies hinchados, se sentía gorda y fea y tenía nauseas, entre otras cosas, pero Daniel siempre estaba allí para apoyarla, ayudarla y también para ir a comprar olivas negras un sábado a la una de la madrugada. Esa fue una divertida anécdota de embarazo.

–Venga, cariño levanta –le dijo a una dormida Alba –Venga, estarás mejor en la cama.

–Mmm... no –se quejó encogiéndose en el sofá –Quiero olivas negras –declaró, abriendo los ojos.

–No tenemos, te las acabaste, ¿recuerdas? –dijo Daniel con una sonrisa cansada

–Quiero o-l-i-v-a-s, por favor –insistió marcando cada letra que formaba la palabra "olivas" –¡Ay! –exclamó –¿He dicho que tienen que ser negras? –preguntó confundida por el cansancio.

–Lo has hecho, y yo he dicho que no hay.

–Pues compra.

–Es casi la una de la mañana, no voy a ir a comprar olivas negras.

–Porfa –Daniel negó –Porfa –volvió a negar –Vengaaaa.

–Que no –dijo alzando la voz sin querer.

–Pues si el bebé sale tonto porque no le quisiste dar olivas es tu culpa- Se levanto enfadada de su sitio

–¿Que tiene que ver su futura inteligencia con las olivas?

–Pues mucho –murmuró Alba yendo hacia el baño.

–¿Dónde has leído eso Einstein? –preguntó escondiendo las ganas de reír.

–Pues... No me acuerdo, pero es muy importante –gritó desde el baño.

–¿También decía que tenía que ser a la una de la mañana? –rió al escuchar el bufido de parte de su esposa.

Timbien dicia qui tinia qui sir a li uni di li miñani –se burló mientras volvía del baño.

–Muy graciosa, pero no tendrás olivas –Alba se puso seria y levanto su dedo corazón hacia Daniel, mientras volvía a salir del comedor, él solo rodó los ojos divertido.

–¿Dónde vas? –habló viendo como alba desaparecía del salón.

–A hacer pis otra vez –gritó des del baño –Maldito embrazo –dicho esto empezó a llorar –Malditas hormonas –sollozó, entonces Daniel fue corriendo a ver qué pasaba.

–Eh, ya está –susurró abrazándola mientras ella seguía sentada en el váter llorando. Una escena bastante cómica si la miras desde fuera –Te compraré las olivas, ¿vale?

–¿Harás eso por mí? –musitó con un puchero, mirándolo con los ojos brillantes y rojos por las lágrimas.

–Sí, pero tienes que dejar de llorar –le dijo como si de una niña pequeña se tratara.

–Sí señor –exclamó efusivamente, haciendo ese gesto tan característico de los soldados, Daniel solo negó sonriendo.

–Ahora vuelvo, recuerda, no te muevas mucho y ten cuidado –le dio un beso en la frente y se levantó para salir a por las olivas.

–Estoy embarazada no enferma –fue lo último que escuchó el rubio antes de salir riendo por la puerta.

Cuando volvió se encontró a su mujer dormida en el sofá, así que la guio hasta la cama y se fueron a dormir. Al día siguiente le estuvo recordando lo de las olivas, el hecho de que había ido para nada puesto que ahora Alba decía que le daban nauseas. Estaban en la cama tumbados y Daniel decidió dejar claro que lo de las olivas no se repetiría.

–No vuelvo a complacer un antojo tuyo –señaló Daniel mientras Alba lo abrazaba y acariciando su pelo, ella solo lo ignoró –Va enserio Alba.

–Lo que digas amor –Daniel negó frunciendo el ceño, pero se le pasó cuando Alba le dijo que lo sentía y lo obsequió con un cariñoso beso.

Por si os lo peguntáis, sí, Alba volvió a tener antojos, y sí, Daniel volvió a comprar algo a altas horas de la madrugada. 

Galletas de canelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora