8. Primeros pasos.

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El problema de convertirse en un bebé no es que te cambien los pañales otra vez, ni que tengas incómodos horarios de sueños. Tom insiste en que el maldito problema es la magia.

Tom estaba acostumbrado a tener su magia bajo control, en un firme agarre.

Ahora como bebé es como si hubiera retrocedido enormemente. Todo su trabajo destruido.

Y sí quizás había provocado algo de caos. No había sido intencional hacer que el pelo de Abraxas comenzara a caerse, ni que el pelo de Adrián se volviera azul o hacer cobrar vida a su oso de peluche llamado Apofis.

De acuerdo, quizás un poco sí. Pero tenía una excusa para sus acciones menos que amigables.

En primer lugar Abraxas había tratado de bañarlo, prefería seguir siendo limpiado con hechizos específicos para ello antes que lo toquen pero la enfermera había decidido que eso no era muy bueno para su cutis delicado que necesitaba limpiarse manualmente.
Nott había sacado su manta favorita de su alrededor como último recurso y había tratado de levantarlo a la fuerza mientras Abraxas jadeaba de horror en el fondo. Por último, Avery había tratado de sacar de sus brazos a su muy querido oso de peluche, lo que lo llevó a desear que su amigo cobrará vida e intentara atentar contra su compañero de habitación.

Al final nadie había sufrido un daño duradero, más que Abraxas y su orgullo herido. Todo estuvo bien y fue gracias a Mulciber.

Tom no sabía si atacarlo o agradecerle por ello. Por un lado había arruinado su trabajo y había contrarrestado los efectos de sus travesuras, por otro había ayudado y al mismo tiempo demostrado su lealtad hacia su corte y por ende al mismo Tom.

Lo decidiría más tarde. Ahora Tom debería buscar una manera de recibir el perdón de sus secuaces. No era porque le agradaban, sólo era conveniencia.

Después de cuatro horas, diez maldiciones balbuceantes y dos abrazos el sistema jerárquico volvió a su estado normal.
Pero ahora había otro problema.

Sus piernas.

Sus piernas pequeñas, gordas e inútiles.

Tom había intentado contra todo pronóstico volver a caminar, lo que resultó en un mucho llanto y mocos, incluyendo dos manos magulladas.

Suspiró exasperado ante el recuerdo de su fracaso, volando un rizo que se escapaba de desordenado hábitat natural.

Ese era otro problema que pensaría más tarde.

Ahora, sus piernas.

Una mirada determinada se fijó en su rostro infantil y con esfuerzo, manos en la pequeña mesa de la sala común como apoyo, forzó sus brazos a trabajar.

Claramente algo hizo mal, porque su cara conectó con el suelo alfombrado.

Sin dejar oportunidades a que alguien lo levante, Tom flexionó sus piernas temblorosas para quedar arrodillado y sin usar sus manos de apoyo esta vez, se levantó.

Con las piernas levemente flexionadas y su postura encorvada es como pudo levantarse por su cuenta por primera vez.

En la sala común un silencio sepulcral tomó lugar.

Cada uno de los ojos fijos en el bebé que se movía despacio, pero determinado. Abraxas miró con ansiedad a Tom, como si tuviera miedo de se estrellara con la mesa y se abriera la cabeza sin remedio; Aidan por otro lado miraba con entusiasmo palpable y a su lado Adrián contenía la respiración.

Rigel miró con la cabeza inclinada desde el otro lado de la habitación al bebé que se acercaba con ojos codiciosos a él.

Esto hubiera totalmente conmovedor si a mitad de camino Tom no se hubiera caído de boca.

Abraxas saltó de su asiento justo cuando Tom miró hacia atrás con intenciones asesinas.

Se detuvo en seco y retrocedió.

Tom tomó ese momento y se levantó con rapidez.

Y antes de lo que cualquiera podría esperar se encontraba frente a Lestrange, fijandolo en su lugar con una mirada anhelante en la mano izquierda del mayor.

Y arrebató la pluma de azúcar de la mano antes de tirarse al regazo del adolescente.






Un error de cálculo. - Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora