Lo que podría ser.

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Sus ojos azules no salían del asombro, lo que veía era algo increíble. Esta mujer había entrado en su vida, hace poco, acusándola de un delito. Recuerda aquello con claridad, había sido un veinte de abril, día lluvioso y a las afueras de una habitación Hospital. Le había preguntado, después de que aquellas iris verdosas escanearan sus sandalias, su vestido, su peinado, la cicatriz en su rostro...

— ¿Eres tu Kara Danvers?

Su mente vuelve a rebobinar esa escena, y no; aquella mujer no le pregunto. Le exigió saber si era la dueña de aquel nombre. Cuando Kara afirmo con su cabeza, de que si se trataba de ella. La mujer la miro con desdén, como si se trata de poca cosa. Puede que sea así, al compararse. En aquel momento lucia traje de oficina, una fría belleza y unos ojos inquisidores.

— ¿Y tú debes ser la amargada?

Ella tampoco había mostrado amabilidad.

— Lena Luthor, ya sabes la mujer con quien hablaste por teléfono.

Ahora esa princesa de hielo, lucia como un girasol buscando el sol. Aquello era obra de un hombre, del mismo a quien le había robado el corazón a Kara hace cinco años. Jhon Danvers, su hijo. Era eso lo que le sorprendía, como aquella mujer de cara estoica lograba que su hijo compartiera con ella. Es que el pequeño Jhon, no es muy sociable. Cada vez que lo iba a buscar al colegio, lo encontraba jugando solo o sentado al lado de alguna maestra. Pero en vez de estar centrada en ese pequeño milagro, su atención recaía en la mujer. Lena vestida con unas prendas, que ella no podría costear ni con un mes de trabajo, y a ella no le parecía importarle el precio, pues esta acostada boca abajo, en medio de su sala. Su hijo estaba sentado en frente de ella, con sus piernitas cruzadas, recibiendo las instrucciones de como armar la estructura de lego, regalo de Lena. Habían tenido una pequeña discusión por ello, estaba malacostumbrado a su hijo y ella se salió con la suya alegando que al no conocer la fecha de cumpleaños de Jhon, que fue hace un par de meses atrás, era un simple obsequio que llego tarde, o adelantado según su punto de vista.

— Donde va esta Lena.

— Creo que debe ir al lado izquierdo, no. A mi lado izquierdo, junto esa pieza grande ¿Encaja?

— ¡Si!— chilla emocionado, agarrando otra pieza de la caja.— estoy segurisimo de que vamos por buen camino.

Kara recoge la caja, donde vinieron las piezas, del suelo y compara la imagen de allí con lo que están construyendo los arquitectos. Esta remotamente lejos de parecerse. Lo que tenía su hijo en las manos, si se parecía un poco a un robot, solo que uno muy chato y gordo, todo lo contrario de la imagen. Pero ella no reprocharía nada, no cuando lo ve divertirse con Lena, tratando de adivinar donde encajara cada pieza. Cuando ella le sugirió usar las instrucciones, en otro juguete que ella le regalo, pero que él no lo había armado aun. Lena salió con: Puede que la vida a veces venga con instrucciones o pasos a seguir. Pero llevar el ritmo que otro te quiere imponer, para obtener el mismo resultados que otros ¿Donde está la diversión en ello?

Quería darle lecciones de vida a un niño, que probablemente no las captaría. Desde que ella descubrió la existencia de Jhon, ha estado esforzándose por velar por el. Como si fuera su otra madre.

Ella sacude la cabeza ante ese pensamiento. La mira nuevamente, aunque sentada detrás de ella, solo puede captar su melena oscura y dos montículos debajo de su espalda. Se estaba preguntando de hace rato, si la forma perfectamente redondeada de su trasero, seria obra del pilates o del yoga. Eso le recuerda, que ella no ha practicado nada de ejercicios desde que salió embarazada de Jhon y tal vez el suyo este tan flácido, como el de una abuela. Podría tratarse también, uno de esos pantalones con rellenos, nada como poner una mano allí y comprobarlo. Escucha un silbido proveniente de la cocina, sacándola de curiosidad. Ella se dirige a su ridícula y pequeña cocina, a servir el té las cuatro. Tomo dos tazas, sirviendo infusión y en una de ellas agrego dos cucharillas de azúcar para su invitada, porque si no lo tomaría. Un Británico, que no tomara té se le acusaría de herejía, le había dicho mientras agrega un largo chorro de miel a su bebida. Sacude su cabeza, va al fregadero y se echa agua a la cara, como si ella fuera un gato al cual se le debe domesticado. Se recrimina, por encontrarse nuevamente pensando en ella. Es consciente, que está montada en un carro, aparentemente sin frenos, en dirección al enamoramiento. No sería la primera vez que tiene un flechazo por alguna mujer, en la universidad llego a salir con una o dos. Antes de conocer al cabrón que le dejo su bendición, al que llego a querer alguna vez, mucho antes que le extirpara el corazón. Pero nunca, se había enamorado sorpresivamente rápido. Todo el asunto de las emociones, siempre había sido algo lenta. Siempre se montada en los carruseles, en sus relaciones y con Lena, era como subirse a la montaña rusa The Big One.

¿Amigas? (One Shost)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora