Juego

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Gritos enardecidos, provenientes de cada uno de los asientos del lugar. Lena Luthor solo podía captar el sonido metálico, que producía su raqueta al caer en el suelo de arcilla. Sus energías se habían ido, su mirada perdida hacia el suelo no mostraba desconcierto, estaba clara de lo que sucedía. A surgido el mismo escenario, cuatro veces para ser exactos, pero aun así le toma por sorpresa. Cada vez el resultado era peor que el anterior.

Instantáneamente su vigor es renovado, gracias a efervescente ira. Al ver que los labios de su contrincante se sesgaban a cada lado de su cara, con un sello de sorna clavada en ellos. Sentía que esa sonrisa iba dirigida a ella y no los centenares de personas que la ovacionaban de pie. No creía en la posibilidad de que ese gesto fuera de empatía. Así que con el poco decoro, prosiguió a eliminar de su frente la evidencia de ese enfrentamiento. No había ninguna parte de su cuerpo en donde el sudor intentara refrescarlo, se sentía como un cerdo dentro de asador. Y ella, su adversaria, lucia como si acabara de entrar a la cancha. No aparentaba ser la protagonista de un intenso encuentro de dos horas y media. En donde la hizo correr su antagonista, sin descansar, lateral y verticalmente en un intento de devolver cada pelota, pero una bolea o un intento de smahs era suficiente para registrar un punto a su favor. El encuentro finalizo con un desfavorecedor puntaje, de cinco set a uno. En la ocasión pasada al menos había ganado tres ¿Pero uno? era totalmente inaceptable.

Recogió su raqueta e inserto sus dedos en la red, asegurándose que esta estuviera aun fuerte, y así lo era. No había sido un fallo de instrumento, sino del ejecutante. Aferro su mano al mango con gran intensidad, hasta el punto en que sus nudillos se volvieron blancos, en un intento de liberar su disgusto. En el ultimo set no tenia la fuerza para devolver los últimos lanzamientos vigorosos de la rubia, quiso engañarse y pensó en su momento que la red se aflojo impediéndole devolver de manera adecuada. Aunque su pensamiento fue erróneo, pudo cambiarla, pero su creencia de terminar con la misma raqueta no la llevo hacerlo. Aún así si lo fuera hecho y le brindara confianza, todo fuera acaba en la misma desgracia.

Esto no era cuestión de fuerza, destreza, talento o resistencia, era algo superior a todo eso.

Era la manera en que la otra tenista, la desequilibraba emocionalmente.

Un rechinar de dientes y se hecho al hombro, su arma en ese campo de batalla. Recogió sus cosas en el blanquillo y omitió las palabras de condolencias de su entrenador o eso quisiera haber hecho. Antes de irse, dio una mirada de soslayo y observo a la morena recibir el trofeo. Era oficial: Había perdido el Abierto de Australia.

Quería golpear los lockers. Tal vez romper el espejo en el que reflejaba su derrota. Pero eso seria darle que escribir a la prensa amarillista y según su agente eso no seria bien visto, menos acabando de filmar un comercial, algunas semanas atrás, referente a la paz que garantizaba correr, cortesía de Nike. Por eso estaba tumbada en los banquillos. Una toalla humedecida cubría su rostro. Un intento de relajarse y de alejar todo pensamiento destructivo, acerca de lo sucedido minutos atrás. Así tuviera que utilizar un rifle de asalto para poder espantarlos.

Como primera distracción comienza a enumerar las cosas que debe realizar, una vez que su vuelo de la diez parta a su patria adoptiva. Entre ellas y la más primordial, dejar que su cuerpo, repose al menos unas seis horas. Sin que presente un ataque de ansiedad y salga a entrenar, en espera del próximo torneo, para recuperar el puesto de ranking del cual se le ha despojado hoy.

Claro si tenía suerte, porque si estaba su novia en la residencia, esa sería la peor de las desgracias. Su mujer intentaría de entablar una conversación, comenzando con un: ¿Cómo te ha ido? Teniendo el conocimiento de que todo fue una catástrofe. Luego intentaría animarla con una cena, un poco de vino y no podía faltar un toqueteo por debajo de la mesa, en promesa de ofrecer más tarde el paquete completo. Al terminar se sentarían en el sofá de cuero negro, con un poco mas de vino, unas copas o la botella completa. Disfrutando de la música de alguna emisora romántica. Se verían con la misma intensidad, que en su primera cita. Seria ella que besara a su esposa, porque era una perversa cobarde. En menos de tres horas de la llegada en su hogar, habría acabado en la cama en una actividad, que sin duda no la prepararía para un encuentro amistoso en la cancha de tenis, pero sería el mejor somnífero, para dormir las ocho horas que su cuerpo le pedía a desde hace dos días.

¿Amigas? (One Shost)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora