ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 9 - ʟᴀ ᴄᴇʟᴇꜱᴛᴇ ᴇɴ ʟᴀ ᴀʙᴀᴅɪᴀ

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No había pegado los ojos y tampoco quería hacerlo, el momento tenso con aquel monje despiadado solo le había dado mas motivos para seguir en la búsqueda de su gente. Aunque una pequeña voz en su cabeza no paraba de molestarla, una voz apenas imperceptible, que repetía siempre la misma pregunta: ¿por que no mato a ese niño? Se trataba del maldito monje que llora, un asesino sin escrúpulos que no perdonaba a ningún ser mágico y eliminaba todo rastro de vida que haya en sus cuerpos. Al menos, Gawain fue el que más enfatizo en aquel ultimo detalle. ¿Acaso el monje podía hacer excepciones?
Sea cual sea la respuesta, no iba a perder su tiempo por cuestiones sin importancia. Así que montó a Raven y trotó en busca de inefables.

Algunos la recibían como un ángel caído del cielo, que se disponía a ayudar. Mientras que otros levantaban sus hachas y picos al pensar que era el enemigo; aunque con percances o no, logró ayudar a varios inefables que, para su suerte, se encontraban con la fénix y no con algún paladín rojo. Cabe destacar, que varios paladines solitarios ya habían muerto bajo el filo de su espada o por la punta de sus flechas.
Al menos había conseguido darle su fin a cada uno de aquellos hombres asesinos. No era todo un ejercito lo que había derrotado, pero fue una cantidad que al menos contribuiría a la causa de los inefables.






Su yegua trotó a un paso ligero dentro de los muros de la antigua abadía, llamando la atención de varios paladines con el chocar de los cascos. Apenas colocó un pie en el suelo, un hombre con cabello muy escaso y parte de la hermandad roja tomó las riendas de su yegua y la dirigió hacia los establos, para que atiendan su sed y apetito. Valerie limpiaba la palma de sus manos en su atuendo, mientras que distraídamente paseaba sus ojos sobre el mar de capuchas rojas y algún que otro vestido celeste perteneciente de las monjas, que a pasos ligeros llevaban cestos con vendajes.

El padre Carden se encontraba a unos metros de su posición, por lo que comenzó a acercarse. A medida que avanzaba comenzó a sentir que estaba siendo observada. Giró su cabeza en varias direcciones buscando los ojos que se incrustaban en ella pero nada. Valerie solo levanto sus hombros con indiferencia y siguió su camino con mas calma.

Su mirada pasó de estar fija en el viejo de barba blanca a una camilla que era transportada por cuatro paladines. Al acercarse más, supo que se trataba del mismo hombre que estaba atrapado en las enredaderas. Su aspecto era fatal: las ramas continuaban torciéndose debajo de su piel, rasgándola y arrancando pequeños sollozos de su garganta ya cansada. Él padre Carden le dedico una mirada a Valerie, la cual ella le respondió con un asentimiento. El viejo líder de la hermandad levantó cuidadosamente el pedazo de tela que se extendía sobre el pecho del moribundo paladín, revelando así, una quemadura con tres espirales que giraban sobre su eje. Valerie arrugó un poco la cara por la imagen y supo identificar que se trataba de un símbolo inefable.

El de barba blanca exigió que lo escoltarán para ser atendido. Su orden fue obedecida de inmediato. Valerie siguió los pasos de Carden, que se dirigió hasta la entrada de la abadía, donde la abadesa Nora y Eleanor los esperaban.

Deadly Fire | CursedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora