La vida cambiaba de tantas formas, tantas que no alcanzamos a enumerarlas todas, pero siempre tenían que pasar las que nunca parecían ser las correctas para nosotros. Jay, o Jazmin, fue una de esas personas. Una de las tantas personas que ya no soportaban la dulce verdad. Dulce por el hecho de que sin ella, todo se volvería amargo al ser tan predecible. El bien necesitaba el mal, y al revés. Quién diría que cambió completamente su vida; cambió de género, gustos, vestimenta, todo por sus malditos estudios. Lo peor es que otras veces no solía arrepentirse, aunque los desafíos que intentaron desviarla del camino le dejaban un mal sabor de boca.
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