He tomado este diario como mi último acceso. Como una evidencia de que alguna vez existí. Sin embargo, ahora mismo estoy al borde de mi muerte, pues un titan comió mi pierna izquierda y no paro de sangrar. Pero tengo algo que contar, mil veces más importante que mi muerte. Pues debo decir que los ángeles existen. Verla accionar fue como una obra de arte. Su rostro angelical y ver como vuela por los aires salvando vidas fue una increíble despedida de mi vida. Cuando la vi caminar hacia mí, fue como presenciar el ángel de la muerte. No sabía si venía a bendecirme o a matarme. Pero salvó la vida de muchos soldados que contarán esta historia mejor que yo. Una mujer con el espíritu de una asesina, con las fuerza de veinte hombres y la rapidez del viento. Sus cortes eran tan definidos, y sus movimiento tenían un porqué. Como si ella hubiese estudiado por años a que velocidad atacar y en que momento. Una mujer comparable con el mismísimo Levi del subterráneo. Por no querer decir superior. A mi alrededor puedo ver unos ochenta cadáveres de titanes. Una obra de arte. Hoy voy a morir con la fortuna de haber conocido y visto en acción, a quien yo creo que será una herramienta fundamental para la salvación de la humanidad. Alabada seas tú, salvadora de soldados y llamadera de la muerte. - Victor Mansela, soldado caído en las primeras expediciones de las murallas.