Freen y Becky tenían cinco años cuando se conocieron. Freen estaba segura de haber encontrado a la niña más bonita del mundo en su salón de clases. Becky, por su parte, no pudo evitar la aversión hacia su compañera que desde un primer día no dejo de seguirle. Pensando inocentemente en ello, la menor suponía que sería cosa de tiempo para que la pelinegra se aburriera. Lamentablemente para ella, era evidente que había subestimado el querer de esta, porque incluso cuando pasaron tres años, cinco años y hasta más de diez años, no había amor más devoto que el de Freen.
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