Una noche, después de un concierto en, Beny decidió salir a dar un paseo para despejar su mente. Caminando por las tranquilas calles, se encontró con una pequeña cafetería aún abierta. Entró y se sentó en una esquina, disfrutando de la tranquilidad y el anonimato. Fue en ese momento que la vio. Ana, una chica sencilla y amable, trabajaba como camarera en la cafetería. Beny quedó cautivado por su sonrisa genuina y su actitud despreocupada. Ana no lo reconoció inmediatamente, lo que fue un alivio para Beny, quien disfrutó de una conversación normal sin el peso de su fama.