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ᴄᴏʀᴇᴀ ᴅᴇʟ sᴜʀ.
Juraba que llovería. Era bastante obvio, las nubes podían predecirse muy fácilmente.
El frío que corría entre mis huesos, me hacía lamentar el salir de casa sin un suéter extra antes de irme a la escuela esta mañana. Pero no me desviaría del camino, no podía consumir esos minutos por algo tan simple como eso.
Por otro lado, el chico de la florería de siempre, recién había salido para tirar un poco de agua sucia por la alcantarilla, al pie de la acera. Yo me crucé y lo saludé con una sonrisa pequeña. Normalmente no lo haría por vergüenza hacia él, pero este día estaba de buen humor.
— Buenas tardes.— dije con un tono alegre en mi voz, haciendo que aquel castaño sonriera al igual que yo.
Se puso detrás del mostrador, pero pronto se alejó para buscar algo en el almacén, justo a un lado de ahí — Es lo de siempre ¿no?
Asentí con la cabeza — Sí.— dije con un susurro, el cual no había planeado, pero igual él me había escuchado.
Se acercó otra vez, dejó el ramo en el mostrador y entonces le entregué el dinero — Gracias.— me entregó el cambio y cuando estaba por salir, entonces su voz sonó.
— ¡A partir de mañana hay descuento por la compra de un ramo de gardenias!
Giré sobre mis talones y sonreí — Gracias.— hice una leve reverencia y me fui casi corriendo.
Durante el camino al hospital, podía presenciar cualquier tipo de escenario dibujado en mi mente. Lo primero que me imaginé fue mi madre y yo cenando en un restaurante de lujo después de que le dieran de alta.
Podía sentir el aroma de todas esas especias utilizadas en un solo platillo que costaba lo que consumiría yo sola en una semana. También imaginé la expresión en el rostro de mi madre. Su sonrisa no tendría precio, ella sin duda estaría tan feliz cuando eso ocurriera.
